Pedro Cerezo Galán sintió su primer saber en Hinojosa, aprehendió Humanismo en Las Tendillas, bebió la Filosofía de Gadamer en Heidelberg y dicta con éxito lecciones magistrales.
EN el invierno del 35, los columnistas del diario La Voz acusaban a los políticos españoles de «estar en la luna», a España «en los toros» y a Azaña de espalda a los muertos del cuartel de Pelayo y Casas Viejas; los políticos festejaban en los pueblos el 62º aniversario del advenimiento de la I República con bandas de música, mítines y banquetes; en la capital, los empresarios de Calzados Segarra anunciaban zapatos a dos duros en la calle Concepción, 16. El puesto de Sandalio Vidal de la Corredera ofertaba carne de cordero a 3,50 pesetas el kilo y el restaurante Los Luises, junto a la Torre de San Nicolás, bonos de 30 comidas por 90 pesetas. Había detenciones por insultos a la autoridad o por no pagar en las pensiones de San Pedro.
Por aquellos años, el matrimonio de Adamuz formado por el perito aparejador Antonio Cerezo Mejías y Encarnación Galán Zamorano ya estaba establecido en Hinojosa del Duque, adonde fue destinado él y donde fueron creciendo sus ocho hijos: Lolita, Inmaculada, Encarna, Pedro, Rafi, Antonio, Jesús y Rosarito. Santiaguito moriría al poco de nacer.
Pedro Cerezo Galán vino al mundo junto a la Catedral de la Sierra el 14 de febrero de 1935. Hinojosa sería para él su despertar al conocimiento de la mano de su primer maestro, José Francino, que ejercía la docencia por libre y le dejó un recuerdo de altísima competencia, las lecturas del Quijote y las antologías de novelas casi diarias. Desde esa infancia, el niño vislumbraba las mal disimuladas penurias de la guerra y el hambre, los problemas sociales y económicos: «la única lección positiva que sacas de la guerra son las ganas de vivir con normalidad», el intento de «festejar hasta el aire; en primavera, nos sacaban al campo para que los niños se repusieran de la tuberculosis y vivíamos en contacto con los ritmos que marca elcampo».
Completados sus primeros estudios, inicia el Bachillerato en el Instituto Provincial de Las Tendillas, alojado en la casa de la abuela paterna, en el Campo de la Verdad. Nuevamente, sus docentes son fundamentales y, en particular, Luisa Revuelta (Literatura) y Pérez-Cacho (Matemáticas). Su adolescencia cordobesa también fue de escasez, combatida con las «muchas ganas de vivir» y lo convirtió en un niño del Campo de la Verdad del que recuerda la unidad. Concluido el Bachiller inicia sus estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras (Sección de Filosofía) de la Complutense y, como becario de la Fundación Universitaria Española, se licencia en Filosofía con Sobresaliente y Premio Extraordinario; con idéntica nota, se doctora por aquella Universidad compatibilizando esos estudios con los de becario del Instituto de Filosofía del CSIC y del Goethe-Institut alemán.
Con 28 años, se hace con la Cátedra de Filosofía del Instituto Ausias March de Barcelona, y dos años más tarde con la de la Escuela Normal de Magisterio de aquella ciudad, fecha en la que comienza una prolífica aportación a la Cátedra de Metafísica del Profesor Jaume Bofill del Departamento de Filosofía de la misma Universidad. Sin embargo, como becario de la Fundación Alexander von Humboldt, su anhelo por el saber le condujo entre el 65 y 66 a ampliar estudios en Alemania, bajo la dirección de su maestro y brillantísimo pensador Hans Georg Gadamer y de Dieter Henrich en la Universidad de Heidelberg, y más tarde en la de Freiburg. Con este envidiable bagaje, en 1969 Cerezo Galán obtuvo la Agregación de Filosofía en la Universidad de Barcelona y, en 1970, fue nombrado catedrático de Filosofía en Granada, de cuya Facultad ha sido Decano. Allí reside desde entonces y allí fundó en 1977 las Secciones de Filosofía y Psicología.
Este filósofo que hace de «leer, meditar y escribir un verdadero continuo», que adora los azules, admira la magnanimidad y ve en «Velázquez, la pupila absoluta», se enamoró siendo adolescente de la hija de un maestro nacional: Francisca Navarro Cordón, hinojoseña, amiga de su hermana Encarna, su «novia de siempre, la única, la presencia viva de mi pueblo a mi lado». Se casaron en la Capilla del Sagrario de la Mezquita, hace más de medio siglo, y son padres de cuatro hijos: María del Valle, Laura, Pedro Antonio y Cristina, que fueron naciendo en las distintas ciudades en las que, fundamentalmente, desarrolló Pedro su labor y fraguó sus incontables obras, publicadas desde 1960, o las numerosísimas Lecciones Magistrales dictadas en universidades americanas, europeas o españolas. Igualmente numerosos son los reconocimientos que atesora, entre los que destacan el Ortega y Gasset (Madrid, 2005), el de Investigación en Humanidades (Universidad de Granada, 2006), el de Investigación Ibn al Jatib de Humanidades y Ciencias jurídico-sociales de la Junta de Andalucía (2007) o la Medalla de Honor de la Fundación granadina Rodríguez-Acosta (2008). Es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas desde1997; del Comité Académico de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía y del Patronato del Instituto de Filosofía del CSIC; catedrático emérito de la Universidad de Granada, y desde octubre de 2011, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba. Y es, sobre todo, un hombre querido y admirado cuyo trabajo lo acredita, en palabras del catedrático de la Universidad de Granada García Casanova «como gran especialista de referencia internacional en el área del hispanismo filosófico; su actitud mental responde al objetivo de proyectar la filosofía sobre la totalidad de la cultura espiritual y de la vida civil y política», muy en la línea de su también maestro José Luis López Aranguren.