El baúl de la libre configuración
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10:23 A. Almárcegui. Sevilla. El baúl que contiene las asignaturas y actividades de libre configuración universitarias parece no tener fondo. En sus compartimentos cabe desde un curso sobre Manolo Escobar (Universidad de Almería) a un análisis de la sexualidad en la Prehistoria (Sevilla), pasando por el estudio de la importancia y trascendencia del sentimiento sevillista (Pablo de Olavide) o de la Historia de la Mierda (Huelva).
También hay espacio más que suficiente para las actividades diversas que antaño se realizaban sin obtener ninguna contrapartida oficial y que hoy día tienen reconocimiento académico: pertenecer a los órganos de representación universitaria (Cádiz); participar en competiciones deportivas de alto nivel (Granada y Sevilla); ayudar a los alumnos de primero a dar sus primeros pasos en la carrera de Farmacia (Sevilla); participar en actividades de voluntariado ambiental (Málaga) o asistir a un festival de cine (Pablo de Olavide e Hispalense).
El sistema de la libre configuración, establecido en 1987 como una oportunidad única para que los estudiantes pudiesen completar su currículum con asignaturas de su interés aunque no estuviesen contenidas en su plan de estudios, se ha ido extendiendo con el paso del tiempo y, a menudo, también pervirtiendo.
Algunos universitarios, obligados para finalizar su carrera a computar un porcentaje de créditos de libre configuración que nunca llega al diez por ciento de la carga lectiva global de su plan de estudios, aplican la ley del mínimo esfuerzo. Entre las tres opciones que tienen a su disposición: matricularse en asignaturas regladas; inscribirse en materias incluidas en el extenso catálogo de libre configuración de cada universidad (sirva como ejemplo que el de Granada suma más de 350 ) o participar en actividades varias –conferencias, congresos, cursos de verano y un largo etcétera–, eligen vías rápidas que poco o nada tienen que ver con su carrera. Así, se producen paradojas como la acaecida en un curso especializado en propiedad horizontal en la sede sevillana de la UIMP, en el que entre los 75 alumnos matriculados menos de una decena eran de Derecho, mientras que el resto procedían de carreras alejadas de la materia como Biología, Medicina e Historia del Arte.
El problema de esta ampliación del concepto de la libre configuración es que cuando se da cabida a cursos cuanto menos llamativos se produce una lectura muy negativa de la enseñanza superior. La universidad proyecta en estos casos una imagen social muy mala, valora César Hornero Méndez, profesor de Derecho Civil de la Pablo de Olavide. En su opinión, la universidad debe ser un sitio abierto culturalmente en el que se puede hacer de todo; otra cosa bien diferente es que a todas las actividades se les otorgue un reconocimiento académico, explica. Este profesor ve un efecto contraproducente en la dinámica actual de la libre configuración, que fomenta la idea de todos los esfuerzos deben ser retribuidos, rompiendo con la tradición de trabajar para los demás por el mero gusto de hacerlo. La universidad debe velar por la calidad de todas sus propuestas y no dejarse llevar por compromisos con otras instituciones para aprobar cursos con un nivel poco contrastado, advierte este profesor.
Gabriel Cardenete, vicerrector de Ordenación Académica de la Universidad de Granada, asegura que en buena medida, los alumnos aprovechan bien la oportunidad que les brinda la libre configuración. Sin embargo, reconoce que no existe ningún estudio sobre el uso que los estudiantes realizan de estos créditos, de modo que resulta difícil saber cuáles son complementarios a su formación y cuáles no. Estoy de acuerdo en que no todas las actividades deben tener reconocimiento académico. Aunque también ocurre que las universidades utilizan este mecanismo para poner en marcha políticas de potenciación de valores como el fomento del deporte, explica.
La Universidad de Cádiz es pionera en reconocer con créditos de libre configuración la participación de estudiantes en órganos de representación universitaria. Estas actividades tienen un valor formativo muy importante, justifica David Almorza, vicerrector de Alumnos de la institución gaditana. Este reconocimiento no ha sido aprobado con el objetivo de fomentar la participación, que ha caído en picado en los últimos años, sino como una medida educativa. Para elevar la presencia de alumnos en los órganos de representación hemos puesto en marcha otras propuestas como concentrar todas las elecciones en el mismo día, concluye Almorza.