Desconfianza, aburrimiento, indiferencia e irritación
DESCONFIANZA, aburrimiento, indiferencia o irritación. Esos son los sentimientos mayoritarios de los cordobeses hacia la política. Sólo el 17% está interesado en ella y un ridículo 2,8 se declara entusiasmado por cuanto se cuece en el proceloso mundo de los partidos, gobiernos y gobiernillos. La desconfianza es el más llamativo de todos los datos, pues uno de cada tres cordobeses no se fía nada de sus cargos políticos, una cifra que casi quintuplica el grado que muestran los andaluces. Cosas del carácter de esta tierra, que, como Melilla con su valla para inmigrantes, resiste ahora y siempre a la invasión de lo que la rodea. Estos datos son los que ofrece el Estudio General de Opinión Pública de Andalucía de otoño que elabora la Universidad de Granada con todos los parabienes. Una investigación que demuestra que las peleas de la clase política nos ponen de los nervios ante la verdadera preocupación que nos causan la situación económica, el paro o la falta de una vivienda digna. Datos claros como para que los políticos se los tomen de verdad en serio y comiencen a actuar en consecuencia. ¿Lo hacen? No.
Mientras España se desangra en una recesión económica sin precedentes que amenaza con echar al paro a una de cada cuatro trabajadores, nuestros padres de la patria se preocupan por atizarse sin ningún tipo de recato blandiendo espías, corruptelas, cacerías y huelgas judiciales como elementos arrojadizos. Lejos de plantearse la posibilidad, cada vez más reclamada en todo tipo de foros, de reeditar una suerte de pactos de La Moncloa que nos saquen de este agujero que, lejos de empequeñecerse, amenaza con hacernos transitar por los desiertos bíblicos más que a ninguno de nuestros vecinos, ellos se dedican a demostrar por activa y por pasiva su lejanía de la realidad en peleítas tras las que se oculta la única ambición de monopolizar el poder.
Quizás cuando lleguemos a final de año con cinco millones de parados y unas cifras de caída del producto interior bruto trágicas decidan sentarse a hablar. Pero igual en ese momento la cordura que muestran ahora sindicatos y trabajadores en favor del diálogo se habrá roto, y serán los propios ciudadanos a título individual los que se echen a la calle a abuchear a sus dirigentes. Y la abstención y la separación del pueblo hacia sus líderes crecerá en proporción geométrica a la inutilidad de estos. Y entonces se querrán poner parches y en las sedes de los partidos saltarán las alarmas. Y esa desconfianza, aburrimiento, indiferencia e irritación que los cordobeses demuestran hacia la política se habrá extendido a toda la geografía española. Y, por una vez, seremos los primeros en algo. Triste.
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