– Ramón Tamayo y María Celsa Stolle
Ramón Tamayo y su hermano José Tamayo empezaron a destacar en el teatro cuando eran estudiantes en la Universidad de Granada, y posteriormente han dedicado toda su vida a la empresa, producción y dirección de obras teatrales y han sido pieza clave del Teatro Español del siglo XX. Fundaron la Compañía de Teatro Lope de Vega y el Teatro Bellas Artes de Madrid y recuperaron los Autos Sacramentales y la Antología de la Zarzuela. En algunas de sus obras participaron tenores como Plácido Domingo, Montserrat Caballé y José Carreras, entre otros. Ramón Tamayo también ha sido director del Centro Dramático Nacional en colaboración con Nuria Espert y José Luis Gómez.
En julio de 1948, la Compañía de Teatro Lope de Vega representó en la plaza del Obradoiro el Auto Sacramental La Cena de Baltasar, de Pedro Calderón de la Barca. Es una pieza teatral, con carácter religioso y alegórico que gira alrededor de la Eucaristía y en el que la profanación de los vasos del templo determina la intervención del profeta Daniel.
Para completar el elenco de actores que debería actuar ante la Catedral, Ramón Tamayo solicitó el Grupo de Danza del Colegio de la Compañía de María de La Enseñanza, y en ese grupo de baile se encontraba la compostelana que robaría su amor, María Celsa Stolle. «Fue un flechazo entre los dos», comenta Celsa. Aquel día la acompañaba su querida hermana Chita, que fue testigo de su pasión de amor. El noviazgo duró un año, ya que el 24 de septiembre de 1949 contrajeron matrimonio en la Capilla de la Corticela. Se fueron a vivir a Madrid, visitando con frecuencia Granada y Santiago. Tuvieron dos hijos, María Celsa (Panchi) y José Luis, y dos nietos, Mariana Gutiérrez Tamayo y José Luis Tamayo Fernández. Todos ellos están relacionados con el mundo de la empresa, la producción y la dirección de obras de teatro.
María Celsa Stolle es sobrina de la familia López de Rego y prima de María Neyra, la dueña del centenario restaurante El Asesino. Por este motivo visitaban con frecuencia la ciudad. Fue en el restaurante El Asesino donde yo conocí a Ramón Tamayo, sentado en la gran mesa de mármol que hay a la entrada, próxima a la cocina y separada de ella por un viejo y romántico chinero. En esta mesa era donde los estudiantes de la época (años 70), degustábamos los manjares que tan maravillosamente cocinaban Lola, Concha e Isaura, hermanas de María Neyra.
A Tamayo le gustaba siempre visitar la Catedral y pasear por la vieja ciudad del Apóstol. El domingo 22 de junio, Ramón Tamayo y su esposa María Celsa llegan al aeropuerto de Lavacolla procedentes de Madrid y se instalan en un hotel con encanto, cerca de la Iglesia del Pilar (Alameda). El lunes 23 visitan a María Neyra y los cuatro celebramos un almuerzo a base de bacalao a la gallega y cordero asado. Como otras veces, yo siempre estaba atento a la amena conversación de Ramón Tamayo, hombre amable, generoso, sonriente y observador. Al llegar la tarde, volvieron de regreso a Madrid y en la madugrada del martes 24 falleció Ramón Tamayo de manera repentina.
Hoy, desde estas páginas de EL CORREO GALLEGO en nombre de María Neyra y en el mío propio, queremos rendir nuestro particular recuerdo de ausencia a Ramón Tamayo. Un Poeta que ha escrito sus poemas en las hojas invisibles del viento, un Pensador que parece que pensaba el pensar esencial, al igual que los pensadores griegos, Anaximandro, Parmenides y Heráclito, y un Dramaturgo que siempre acompañó a su hermano José Tamayo por todas las plazas de España y del mundo entero con su Compañía Lope de Vega, dejando en las gentes de los pueblos el asombro, la tragedia y la alegría del teatro. Descanse en paz. No lo olvidaremos.