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La Universidad que heredará Goirizelaia o Esteban

La Universidad que heredará Goirizelaia o Esteban

Se gestó en los tiempos de la Transición, cuando todo parecía posible. Hasta fundar una universidad pública en Euskadi que permitiera \’hacer país\’ y educar a una generación de jóvenes que apuntaba alto. Nada de elitismo. En la UPV se abrían las puertas a todo el mundo y ningún territorio se quedó sin campus. Ése era el objetivo de una institución que nació en 1980, y al año siguiente ya tenía 21.751 estudiantes y manejaba un presupuesto de 7,6 millones de euros -sin contar el importe correspondiente al pago del personal de Cuerpos del Estado, ni las inversiones que gestionaba directamente el Ministerio de Educación-. Dependía del Estado y ese dinero, denunciaba con amargura el rector Gregorio Monreal, no cubría «los mínimos necesarios de funcionamiento». Por si fuera poco, se habían contraído «grandes deudas con la Seguridad Social y algunos proveedores». Un panorama bastante crudo.
Ahora, con el apoyo del Gobierno vasco desde 1985, dispone de un presupuesto de 437 millones de euros y cuenta con 4.975 profesores, 1.708 empleados y 45.553 alumnos. ¿Muchos? ¿Pocos? Es lo que hay. La caída de la natalidad no se remonta de la noche a la mañana. Tardarán mucho en volver, si es que vuelven, aquellos tiempos en que la UPV acogía a 61.875 jóvenes… Corría el año 1997 y ciertamente duró poco la alegría; en septiembre, la matriculación disminuyó en torno a un 8%. Aun así, la UPV no pierde sus ideales. Es una universidad popular -ocho de cada diez estudiantes vascos acuden a ella- y sigue empeñada en satisfacer las necesidades de una demanda que no se contenta con las \’joyas de la corona\’. Aunque, eso sí, sigan brillando con luz propia: las Ingenierías, Económicas y Ciencias mantienen el pabellón muy alto. Sin olvidarse de Bellas Artes, que cuenta con un profesorado altamente cualificado y un programa de asignaturas diseñado para facilitar el aterrizaje en el mundo laboral.
Pero estas luminarias no bastan para responder, medianamente, a las aspiraciones de gran parte de la juventud. Para conseguirlo, hace falta abrir el abanico y agitarlo con orgullo. Que se vea bien lo que hay. En 1980, la UPV ofrecía 19 titulaciones y ahora ascienden a 79 -sin incluir las de posgrado y doctorado-. De esa manera puede permitirse el lujo de tocar muchos palos: Ciencias Experimentales, Enseñanzas Técnicas, Ciencias Sociales y Jurídicas, Humanidades y Ciencias de la Salud. No obstante, todo hay que decirlo, tanta variedad está en entredicho: con el proceso de Bolonia apretando las tuercas de las universidades europeas, urge replantearse la viabilidad de las carreras que no son rentables por la escasez de alumnos. Las necesidades del mercado mandan, y para 2010 los deberes tienen que estar hechos.
En resumidas cuentas, se han puesto en el punto de mira varias titulaciones de Humanidades (Filología Clásica, Alemana, Hispánica, Historia, Geografía…), además de Química, Matemáticas, Navegación Marítima, Máquinas Navales… Para salir del paso, la UPV tiene previsto unir los primeros cursos de algunas carreras de la misma rama de conocimiento; así, se podrían emparejar Biología y Química, o bien algunas filologías.
Estos son los encajes de bolillos de un centro que, a pesar de los pesares, sale muy rentable: según un estudio de la Universidad de Valencia, devuelve a la sociedad 2,4 euros por cada uno que se invierte en su financiación. Está claro que su peso en el crecimiento económico de Euskadi se hace notar, pues representa nada menos que el 8,8%, tanto por su capital humano como tecnológico. El compromiso con la comunidad autónoma se renueva cada curso. Ahora bien, ¿ya tiene algo que decir en Europa?
Globalización
Para empezar, si echamos un vistazo al informe \’La Universidad española en cifras 2008\’, llama la atención que hace dos años ya contara con un 1,49% de extranjeros en primer y segundo ciclo -por encima de la media nacional, que ronda el 1,3%-. No son cifras extraordinarias pero, con todo, demuestran que la UPV no se queda rezagada. En su mayoría, estos estudiantes vienen de Italia, Alemania y Francia. Se suelen matricular en Derecho y Arquitectura en Guipúzcoa; en Filología Alemana y Francesa, aparte de en Medicina, en Álava; mientras que en Vizcaya prefieren Ingeniería en Organización Industrial y Medicina, además de Ciencias Políticas y de la Administración.
Datos que confirman el atractivo de una universidad que mira hacia el exterior con ansia: desde que firmó en 1981 su primer convenio internacional con la Université de Pau et des Pays de l\’Adour no ha parado. En la actualidad, tiene suscritos unos 505 acuerdos con instituciones extranjeras y ofrece 44 asignaturas de primer y segundo ciclo en inglés. Y todo esto influye, claro.
En el curso 2006/2007, las tesis doctorales europeas -con un profesor no español en el tribunal- ya eran 35, mientras que hace once años apenas se presentó una. En la era de la globalización, la competencia resulta muy dura: no sólo hay que darse a conocer en el propio país, sino también en Hamburgo, Londres o Roma. Donde se tercie. No hay respiro, y la productividad se mantiene al alza. Basta echar mano de las estadísticas para comprobarlo: el año pasado, se publicaron 1.223 artículos -registrados en el Science Citation Index, una base de datos de reconocido prestigio-, más del doble que en 1997. De ese total, el 92% correspondía a trabajos de Ciencias Experimentales, Técnicas y de Salud. Dicho lo cual, ¿aguanta el tipo si la comparamos con otras universidades?
Las clasificaciones siempre dan que hablar y nunca dejan contentos a todos, de modo que más vale elegir un puñado. Por ejemplo, a nivel nacional, la UPV aparece en el puesto 12 según el listado que realiza el Laboratorio de Cibermetría del CSIC. Y esto, cuando el total de centros valorados es de 74. Es decir, su presencia en la Red como núcleo de investigación es bastante destacada; se sitúa por delante de la Universidad Carlos III de Madrid. Si dejamos Internet a un lado, los resultados no son tan boyantes. Por ejemplo, en el ránking que elabora la Universidad de Shangai brilla por su ausencia dentro de las 500 mejores del mundo; en cambio, sí que se incluyen nueve españolas, entre las que no faltan Sevilla y Zaragoza.
Otro informe que da un varapalo a la UPV es el trabajo elaborado por el profesor Gualberto Buela-Casal, de la Universidad de Granada, donde en el escalafón de tramos de investigación -donde se valora la productividad científica anual- aparece en el puesto 36 de un total de 48. Queda por detrás de las universidades cántabra, leonesa, almeriense… Entre las que se sitúan peor que ella, vemos a las Politécnicas de Madrid y Valencia, así como al farolillo rojo: la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid. ¿Cómo se justifica este retraso? Hay quienes lo achacan a la juventud de la propia UPV y a la carencia de centros de investigación con una larga trayectoria. Otros, sin embargo, piensan que la política lingüística de privilegiar a los profesores bilingües perjudica la libre competencia e influye en la calidad académica, además de lastrar a un gran número de castellanohablantes que se ven obligados a estudiar euskera para conservar u optar a una plaza.
La sintonía entre el rectorado y el Gobierno vasco es clave para la buena marcha de la UPV. De eso no hay duda. Y entre las \’patatas calientes\’, una de las más incordiantes ha sido siempre el tema de los complementos salariales. Cabe preguntarse si la retribución de los docentes resulta tan modesta… Pues no, las quejas no van por ahí. El telón de fondo es el agravio comparativo en los salarios base, ya que los profesores funcionarios de la UPV -que dependen del Ministerio de Ciencia e Innovación- ganan menos que los empleados públicos del Gobierno vasco y los docentes de instituto.
Menos sueldo
Un botón de muestra: según los sindicatos, un catedrático -nivel 28 en la escala funcionarial- percibe al año unos 12.000 euros menos que su equivalente (rango 28) en la Administración vasca. Así pues, los complementos que otorga el Gobierno de Vitoria, adjudicados por méritos docentes, de investigación y gestión, se destinan a paliar esa desigualdad. Algo que, por cierto, aún no se ha resuelto.
El último capítulo de esta larga historia lo firma UNIQUAL (Agencia de Evaluación de la Calidad): hace poco más de dos semanas, este organismo dependiente de Educación le dio la razón al 72,4% de los docentes que recurrieron los pluses. La indignación por parte de muchos ha sido grande. Y todavía colea. ¿Cómo se permiten un margen de error tan abultado? Ahora bien, es una tensión civilizada. Algo que cualquiera puede comprender. Da lo mismo que sea vasco, mexicano o austriaco.
Lo que se escapa al entendimiento es la violencia que ya en 1980 golpeó de lleno a la UPV, con el asesinato del profesor de Derecho y dirigente de UCD Juan de Dios Doval. Aquello sólo fue el principio. ETA y el radicalismo siguen envenenando el ambiente; han pasado 28 años y aún no se respira la paz habitual y necesaria en cualquier centro de enseñanza. Y pese a todo, la UPV no vive ensimismada: continúa mirando hacia el exterior con ilusión. A la vista está que cada vez vienen más investigadores europeos, latinoamericanos, estadounidenses…
El jueves, uno de los dos candidatos a rector -Iñaki Goirizelaia o Marisol Esteban- se darán cita en las urnas para heredar el testigo de Juan Ignacio Pérez. El futuro de la UPV estará en sus manos, al menos durante cuatro años.
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