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Un estudio español arroja nueva luz sobre los misteriosos jardines químicos

74819 Los jardines químicos confinados se forman por autoensamblaje de precipitados minerales generados durante ciertas reacciones químicas, y producen formas coloreadas que parecen estructuras vegetales. El primer investigador que los observó fue Johann Rudolf Glauber en el año 1646, y desde entonces su formación ha supuesto un verdadero misterio para la comunidad científica.
Además de su popularidad gracias a experimentos de química destinados al gran público, los jardines químicos confinados presentan analogías con diversos sistemas naturales, como los canales de hielo formados bajo la banquisa o las chimeneas hidrotermales situadas en el fondo de los océanos, donde se cree que pudo originarse la vida terrestre.
En la actualidad, sus procesos de crecimiento se estudian de manera fundamental para fabricar, por ejemplo, nuevos materiales auto-organizados o comprender su papel en el origen de la vida, gracias a la energía que pueden almacenar.
El estudio ha permitido obtener de modo reproducible y controlado motivos como flores, filamentos o espirales

 

Para producir un jardín químico en laboratorio, se coloca típicamente una sal metálica en una solución alcalina contenida en un recipiente. De ese modo, se aprecian unas estructuras tubulares irregulares y multicolores que crecen debido a la acción combinada de distintos procesos físicos (presión osmótica, efectos de gravedad, reacciones y difusión).
El hecho de que esos distintos procesos interactúen de modo complejo y no controlado provoca la irregularidad y la falta de reproductibilidad de las formas obtenidas en tres dimensiones, lo cual impide una comprensión detallada de los mecanismos de crecimiento de dichas estructuras.

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