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Una Iglesia precavida Las razones médicas de los expertos españoles en la revista The Lancet

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Una Iglesia precavida Las razones médicas de los expertos españoles en la revista The Lancet
La jerarquía persiste en su condena del preservativo como prevención contra el sida, frente a los teólogos y colectivos que defienden su uso
ISABEL URRUTIA I. URRUTIA/

DANDO EJEMPLO. Un sacerdote protagoniza en Filipinas una campaña a favor del condón. / E. C.

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Por primera vez, pecó de dicharachero el portavoz de la Conferencia Episcopal. «Los preservativos tienen su contexto en una prevención integral y global del sida», reconoció, el pasado martes, el asturiano Juan Antonio Martínez Camino ante un enjambre de periodistas que aguardaba las conclusiones de su reunión con la ministra de Sanidad, Elena Salgado. «Queremos aclarar malentendidos y coordinar esfuerzos en la lucha contra el sida», habían avanzado los obispos en la víspera. Así que las expectativas eran grandes. Pero se quedaron cortas. Aparentemente, en unos pocos segundos Martínez Camino había enmendado la plana a Juan Pablo II. Y es que más de veinticinco años de pontificado han remachado una doctrina sin ambigüedades: el uso del condón es, en todo caso, inmoral.

La comunidad eclesial no daba crédito. «Nada más ver aquello en televisión, tuve claro que el Episcopado matizaría sus palabras», confiesa Eduardo López Azpitarte, jesuita y catedrático de Moral en la Universidad de Granada. Aunque no disimula su conformidad con el sentido literal de las declaraciones del secretario general del Obispado. «Es de sentido común, si la persona tiene sida y quiere mantener relaciones sexuales, debe usarlo, ¿a quién se le va a ocurrir defender lo contrario cuando hay peligro de contagio? No son pocas las situaciones en que utilizarlo no es un pecado». La validez o invalidez del preservativo, explica, no forman parte de las verdades incontestables del cristianismo. «Con respeto y rigor, cabe disentir y dialogar. La variedad de criterios es un síntoma de normalidad».

La Conferencia Episcopal, sin embargo, cierra filas. Ya no niega la eficacia del condón, pero sigue fielmente las directrices del Vaticano: se trata de una práctica contraria a la rectitud cristiana. De acuerdo con la Santa Sede, la sexualidad tiene por única finalidad la procreación. Augusto Sarmiento, director del departamento de Teología Moral y Espiritual de la Universidad de Navarra, no alberga ninguna duda al respecto. «¿Qué juicio merece un marido hemofílico infectado por el VIH que recurre al preservativo? Pues, antes que nada, debemos subrayar que el fin no justifica los medios. Es evidente que nos encontramos ante un comportamiento inmoral». Como alternativa legítima, sólo queda la abstinencia, una actitud que cuenta, a su juicio, con un respaldo sobrenatural: «Cuando Dios pide algo, da la ayuda necesaria para estar a la altura; la ley divina, más que exigencia, es don y gracia».

La falta de confianza en los creyentes, lamenta la joven teóloga Lucía Ramón, alimenta «estas posturas tan tremebundas». «Y a esto se suma -añade-, una desorientación que raya lo ridículo. No saben nada de la vida de la gente de a pie. Ponen el grito en el cielo sin pensar lo que dicen». Y, como botón de muestra, recuerda la preocupación del cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Salud: «El preservativo es el pasaporte para una vida desenfrenada de sexo».

Lucía Ramón se quedó «de piedra» al descubrir «esas propiedades ocultas» del condón. «Dios mío, no tenía la menor idea de que fuera un afrodisíaco tan potente… En fin, con estos alarmismos, ciertas autoridades se desprestigian. Son muchas las mujeres, fieles y abnegadas, a las que sus parejas han transmitido el VIH. Además, ¿cuándo admitirán que el sexo es, asimismo, una vía de comunicación?».

Malo y positivo

Son muchos los interrogantes que zanja la Curia coartando la libertad de conciencia. «Las buenas intenciones no pueden convertir un acto malo en algo positivo», razona el profesor de la Universidad de Navarra Augusto Sarmiento. Él no se plantea ni remotamente la revisión de los criterios vaticanos, a diferencia de la monja y teóloga María José Arana, ex copresidenta del Foro Ecuménico de Mujeres Cristianas Europeas. A la vista de la crisis que padece la Iglesia -en cuatro años, el porcentaje de jóvenes católicos practicantes ha descendido a la mitad-, «no estaría de más un reflexión seria».

La ortodoxia de la jerarquía llega a perjudicar el compromiso social de determinados fieles: «El escándalo, que se desata en los colectivos alejados de la Iglesia donde trabajamos, dificulta nuestra labor», se quejan Montserrat Sidera y Miquel Ángel Jiménez, de Acción Católica de Cataluña.

Algunos teólogos, como López Azpitarte, tampoco lo tienen más fácil. «Sufrimos mucho cuando nos vienen las parejas a pedir consejo. Yo enseño una moral distinta a la oficial. Prefiero la postura de Pablo VI que al final de su pontificado sí que admitía el condón cuando evitaba daños. Entre dos pontífices, opto por quien se ajusta mejor a mi conciencia».

A Enrique Miret Magdalena, miembro de la Asociación Juan XXIII, le llama la atención el talante de Wojtyla: «Se resiste a permitir la aplicación del principio del mal menor, es decir, ante dos males -uso del condón y sida-, veta las dos elecciones, de ahí que defienda la abstinencia». Una imposición «muy dañina porque se aleja de la realidad humana». Sea como sea, nadie pierde la esperanza. «Estos desencuentros son pasajeros -presiente Azpitarte-, como muchos que han dividido al Pueblo de Dios». La reunión de Juan Antonio Martínez Camino con la ministra de Sanidad, Elena Salgado, tenía por objetivo disipar «malentendidos». Uno de los más polémicos era el supuesto desdén de la Iglesia ante la eficacia del preservativo como medida de prevención del sida. El pasado martes, el portavoz de la Conferencia Episcopal se apoyó en un artículo científico -publicado por la revista The Lancet, en noviembre de 2004- para defender los postulados eclesiales. Después de las sucesivas aclaraciones del Episcopado, la adhesión queda debilitada: para atajar la epidemia, no aceptan en bloque la estrategia que integra la abstinencia, la fidelidad y el preservativo. Se ciñen a los dos primeros puntos.

Entre los 150 firmantes del texto, hay dos médicos españoles: Jokin de Irala, profesor en la Universidad de Navarra, y Víctor Soriano, del Hospital Carlos III de Madrid.

De Irala resume en una línea el contenido del documento que suscribió hace dos meses: la meta es retrasar «todo lo posible» el inicio de las relaciones sexuales. «Sólo hace falta voluntad política, igual que en Uganda». Allí se logró reducir sensiblemente el porcentaje de afectados de sida. Entre 1991 y 2002, descendió del 15% al 5%. No fue necesario un despliegue amplio de medios; grandes carteles de parejas con sus hijos fueron suficientes para fomentar la monogamia.

Víctor Soriano, por su parte, hace hincapié en la flexibilidad del método. «Las campañas deben pensarse en función de los destinatarios; ante un grupo de colegialas de doce años, habrá que cargar las tintas en la abstinencia, pero frente a un par de prostitutas, será preciso repartir condones. Una cosa es indiscutible: el póntelo, pónselo no es suficiente». E. MIRET MAGDALENA

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