74249 nvestigadores de la Universidad de Granada han constatado que las urracas alimentan a los polluelos de críalo y a sus propias crías por igual cuando ocupan el mismo nido, pero cuando las pequeñas aves abandonan el hogar, estos padres adoptivos dejan de alimentar a los «invasores» y sólo ceban a sus polluelos.
El estudio, dirigido por el catedrático del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada, Manuel Soler, se publica hoy en la revista Plos One.
El críalo es un ave parasita de cría, es decir, una especie que pone sus huevos en nidos ajenos, normalmente de urraca o corneja.
Los huevos de los críalos suelen eclosionar unos días antes que los de la urraca, lo que les da una gran ventaja sobre sus competidores, los pollos de urraca, que al nacer más tarde, son más pequeños y reciben menos alimento de sus padres (las urracas adultas alimentan preferentemente a los polluelos de mayor tamaño del nido).
Investigaciones :
Estudios publicados a mediados de los 90 por el mismo grupo de investigación de la Universidad de Granada, habían documentado que cuando el críalo ha abandonado ya el nido (es volantón), en muchos casos, deja el territorio de sus padres adoptivos para reunirse con otros críalos que son alimentados por grupos de urracas.
Los investigadores vieron entonces que, con frecuencia, en estos grupos había más urracas de las estrictamente involucradas en la crianza de estos críalos; es decir, algunas urracas alimentaban a pollos que nunca habían estado en su nido.
Partiendo de estas observaciones, el equipo de investigadores dirigidos por el catedrático del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada, Manuel Soler, intentaron averiguar si los críalos volantones son capaces de sobrevivir sin sus padres adoptivos y por qué las urracas ceban a polluelos que no son suyos.
UNA URRACA EN EL CESPED
UNA URRACA EN EL CESPED DEL PARQUE DEL OESTE. EFE/RAMON CASTRO
Para ello, los investigadores hicieron tres experimentos cuyas conclusiones se publican hoy en la revista Plos One.
Experimentos :
En el primero se capturaron y marcaron con radiotransmisores varios ejemplares de críalos volantones; unos fueron liberados en el mismo terreno en el que habían nacido y otros a varios kilómetros de distancia, pero todos ellos sobrevivieron, lo que significa que «los críalos volantones son capaces de conseguir alimento de urracas que no les conocen de nada», explica Soler.
Un segundo experimento consistió en colocar un críalo disecado junto a un mp3 que reproducía los gritos de petición de un pollo de críalo en zonas donde había urracas alimentando a sus pollos volantones.
En esta situación, los investigadores vieron que las urracas progenitoras ignoraban al críalo e incluso «mostraban cierto nivel de agresividad hacia él», pero cuando el críalo se ponía en zonas donde las urracas estaban alimentando pollos de críalo, las urracas no se mostraban agresivas, e incluso algunas acudían dispuestas a alimentar al críalo disecado.
En la mayor parte de las especies, las aves aprenden el grito de su hijo un par de días antes de que echen a volar y así, cuando abandonan el nido, les reconocen y los siguen alimentando, explica Soler.
Sin embargo, en el caso de las urracas, «creemos que las que han cebado sólo críalos no son capaces de aprender a diferenciar entre los gritos de petición de los distintos críalos y por esto acaban alimentando a cualquier críalo», explica el investigador.
El tercer y último experimento pretendía contestar qué urracas son las que dan de comer a los críalos que no son suyos.
Para ello se capturaron y anillaron muchas urracas que después de la reproducción se distribuyeron en cuatro grupos: urracas que habían criado sólo críalos, urracas que habían criado sólo urracas, urracas que habían criado críalos y urracas, y urracas que no habían criado nada porque su nido había sido depredado.
El experimento demostró que todas las urracas que cebaron a un críalo que no era suyo eran las que en sus nidos sólo habían alimentado a críalos. EFEverde
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