ESPAÑA
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El precio de la incredulidad
Expertos en Seguridad, Ciencia Política y Relaciones Internacionales reflexionan sobre el pasado, el presente y el futuro de la amenaza terrorista dentro y fuera de España
MIGUEL ÁNGEL BARROSO/MADRID
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¿Se podía haber evitado el 11-M? ¿Qué lecciones hemos aprendido y qué errores no debemos cometer en el futuro? Cuando se cumple un mes de los salvajes atentados de Madrid, Juan Avilés, director del Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior y catedrático de Historia Contemporánea de la UNED; Carlos Echeverría, subdirector de la Unidad de Investigación en Seguridad y Cooperación Internacional (Unisci) y profesor de Relaciones Internacionales de la UNED, y Javier Jordán, profesor
de Ciencia Política de la Universidad de Granada y autor de Profetas del miedo. Aproximación al terrorismo islamista (Eunsa, 2004) reflexionan en estas páginas sobre las causas y consecuencias de una amenaza, que, en su opinión, no es nueva. «La sociedad española pensaba que el terrorismo de Al Qaeda sólo se dirigía contra Estados Unidos. Pero nuestro país es considerado enemigo incluso antes del 11-S», aseguran estos expertos.
Algunos de los detenidos el 13 de marzo eran conocidos por los servicios de inteligencia y hay pistas que indicaban que España era objetivo de Al Qaeda. ¿Hubo exceso de confianza?
Juan Avilés: Como la mayoría de los españoles, al principio pensé en ETA, pero cuando Acebes reveló el descubrimiento de la camioneta me caí del guindo. En España nos habíamos creído que esta amenaza era sólo para Estados Unidos y que los terroristas, aquí, estaban simplemente en la retaguardia, reclutando adeptos y recaudando dinero, pero sin ánimo de atacarnos. Hemos dedicado muchos más recursos a la lucha contra ETA, que está en declive, que contra esta otra amenaza, que es muchísimo más peligrosa. Estamos como Estados Unidos cuando fijó su objetivo en Sadam Hussein. Mi temor es que la sociedad española crea que la culpa de todo esto la tiene Aznar por apoyar la guerra en Irak. Nos cuesta mucho asumir que el mundo cambia.
Carlos Echeverría: Tenemos que ser más imaginativos. Al principio era lógico pensar en ETA por los precedentes cercanos. Aunque existe una tradición en cuanto al aviso previo o la selección de objetivos menos numerosos, también es cierto que en ETA hay una renovación generacional y una situación de acoso policial que podría llevarle a buscar salidas de este tipo. Pero es preciso olvidar los clichés previos. Ahora estamos tratando con un grupo terrorista del que no debemos esperar racionalidad ni límites morales. Y tenemos que visualizarlo a nivel internacional. Sólo desde la imaginación podemos combatirlo mejor. Eso de que Al Qaeda amenaza sobre todo a Estados Unidos y ETA a España es una forma de reflexión anquilosada, y si la mantenemos seguiremos recibiendo zarpazos en el futuro.
Javier Jordán: Quizás había exceso de confianza por parte de la sociedad española, pero no creo que pueda decirse lo mismo de las agencias de seguridad de nuestro país. Desde el 11-S se han detenido en España a más de 50 personas acusadas de pertenecer al entramado de Al Qaeda. Lo que sucede es que la lucha antiterrorista es un juego de suma cero. El adversario aprende de sus errores e intenta explotar los puntos
débiles que descubre. De eso tenemos experiencia de los años de lucha contra ETA. Lo que pasa con Al Qaeda es que esas victorias suponen un elevadísimo número de muertos, algo que hasta ahora no habíamos experimentado. Estos extremistas creen que existe una conspiración por parte de los «cruzados y los judíos» para oprimir el Islam. Y España forma parte de los «cruzados», aunque sea una distorsión de la realidad, ellos nos ven así.
Retirada de tropas
En la guerra de Irak, ¿se equivocó Estados Unidos de enemigo?
J. A: Bush se ha equivocado interviniendo en Irak. Sadam era un peligro, un dictador agresivo pero, visto con perspectiva, no parecía
una amenaza inmediata. En realidad, Sadam no tenía contactos reales con Al Qaeda, y ahora Irak se ha convertido en el escenario central de ese terrorismo. Fue una equivocación entrar, pero ahora también lo sería irse, pues quedaría allí un caldo de cultivo catastrófico.
C. E.: La guerra de Irak, o el conflicto entre Israel y Palestina, no son sino excusas para los maximalistas del terrorismo islamista. No se trata de un choque de civilizaciones como creen Bin Laden y algunos radicales, esos individuos son enemigos también de regímenes que consideran apóstatas, de los malos musulmanes que se han apartado del camino correcto.
España se retira de Irak: ¿Asunto resuelto?
J. J.: Antes del 11-S y de la guerra en Irak, Al Qaeda había elaborado planes para llevar a cabo atentados indiscriminados en Europa, concretamente en Francia y Gran Bretaña. Estamos en su lista de enemigos desde hace mucho tiempo, porque tienen interés en sembrar el caos en Occidente. Desde comienzos de la década de los 90 han ido forjando alianzas con otros grupos de terrorismo islamista y han desplegado células en Europa y Estados Unidos con el fin de golpearnos en nuestro territorio. Es un error pensar que la culpa de todo se encuentra en Irak. La intervención militar ha empeorado las cosas, pero los terroristas se han planteado su lucha como una guerra prolongada y de desgaste. Aunque España se retire de Irak, Al Qaeda nos seguirá considerando un país hostil y, si puede, actuará en consecuencia.
C. E.: Ellos juegan con la idea fuerza de que España está pagando por la guerra de Irak. Pero estamos pagando por el terrorismo islamista desde hace años. No hay que medir este fenómeno en término de bajas por el 11-M, recordemos los dos muertos españoles en Marrakech en agosto del 94, el niño muerto en Egipto en otoño del mismo año…
¿Estaba preparada España para una amenaza de este tipo?
C. E.: Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los Servicios de Inteligencia llevan años haciendo frente al terrorismo islamista. Hay operaciones importantes desde mediados de la década de los 90, cuando muchos países europeos consideraban que esta amenaza sólo afectaba a Argelia o Egipto. Incluso en la definición de ese terrorismo ha habido muchos debates internos envenenados por intereses políticos y frenos intelectuales. Se discutía, por ejemplo, sobre quién realizaba las matanzas en Argelia, si los terroristas o las fuerzas de seguridad.
Este terrorismo es más un estado de ánimo que una organización con una estructura definida…
C. E.: Se podría definir como un terrorismo de franquicia. A diferencia de ETA o del IRA, que tienen estructuras más definidas, Al Qaeda -aunque también da órdenes concretas- se limita a inspirar, alimentar y calentar las mentes de personas que al principio no son fanáticos.
De medio pelo
Los autores del 11-M dejaron pistas evidentes, ¿se trata de terroristas de medio pelo o querían firmar la matanza?
J. A.: Querían que se supiera que habían sido ellos. Abandonaron la camioneta y la cinta con versículos del Corán para que no hubiera dudas. La mano de obra no tiene por qué ser cualificada, subirse a un tren con una mochila bomba, abandonarla y bajarse del tren no exige un doctorado en ingeniería electrónica. Pero Jamal Zougam no es un cualquiera, es uno de los tipos potencialmente más peligrosos que residían en España. No lo teníamos controlado por una simple cuestión de manual de Economía: no hay recursos suficientes para todo. Si hubiera estado vigilado quizás se habría evitado el 11-M.
Parece haber una lógica terrorista muy simple tras el 11-M: aprovechar la fisura entre Gobierno y población respecto a Irak para introducir una cuña…
J. A.: Esa reflexión apareció en un documento de 50 páginas que se colgó en una web yihadista en diciembre. Nadie le prestó mucha atención, y había seis páginas dedicadas a España. Su procedencia es confusa, pero los argumentos eran muy claros: España es un eslabón débil de la coalición
porque la población está en contra de la guerra.
Cambios en el poder
Los países poderosos, con Estados Unidos a la cabeza, han cambiado gobiernos en el Tercer Mundo: ¿podríamos decir que el terrorismo puede hacer los mismo en Occidente?
J. J.: En las democracias como España, el gobierno lo cambian los ciudadanos. Pero, sin duda, los terroristas intentan condicionar las actitudes de la población inoculando miedo con sus acciones sangrientas. En el caso de España, Al Qaeda percibió que existía una fractura entre el Gobierno y la población y ha sabido aprovechar la situación. Se corrió un gran riesgo al asumir un papel de aliado firme de Estados Unidos cuando la ciudadanía cuestionaba dicha política. Eso nos hacía muy vulnerables. En materia de lucha antiterrorista resulta crucial el consenso político y social.
C. E.: La dimensión electoral es nuestra, pero para ellos hay una dimensión superior, que les lleva al sacrificio de su propia vida. Ven
el mundo en blanco y negro. Luchan contra Estados Unidos no porque esté en Irak, sino porque es un estado infiel y porque está contaminando a sus sociedades y provocando que los musulmanes pierdan la fe. Aquel que atenta contra las buenas costumbres del Islam debe morir.
J. A.: A mí me parece clave el tema electoral. El atentado creó un clima emocional que movió los votos suficientes para dar un vuelco. Los terroristas piensan: «Hemos puesto unas bombas y hay un nuevo gobierno que retira las tropas. Esto funciona». Es extremadamente grave que esta gente piense que su táctica funciona.
Génesis del problema
¿Cuál es el origen de este odio?
J. A.: Las epidemias las causan los virus, pero es peor si uno está desnutrido. Esto es una epidemia mental. Como lo fue el nazismo, la idea de que los alemanes son superiores al resto de la humanidad. Con el terrorismo islamista pasa igual. Los extremistas creen que el Islam volverá a ser grande si regresan a la pureza de los orígenes, a los tiempos de los primeros califas, cuando conquistaron el mundo. ¿Qué favorece esto? La sensación de fracaso. Los países árabes cuentan muy poco en el panorama internacional. No pueden acabar con un país tan pequeño como Israel. Y hay millones de jóvenes que llegan al mercado de trabajo y se encuentran sin perspectiva de futuro: gente pobre, pero también de buena familia, con estudios, que acaba vendiendo móviles en Lavapiés.
C. E.: El Islam no ha hecho autocrítica. Cuando hablan del periodo de los califas, cuando hablan de Al-Andalus, se les plantean problemas existenciales. Y encima perciben una injerencia exterior: les queremos vender un modelo.
¿Habrá más atentados en Europa Occidental?
J. J.: No cabe duda de que tienen ese propósito, pero no les resulta
fácil llevarlo a cabo. En Europa se ha detenido a centenares de activistas de la red Al Qaeda desde el 11-S. Se han abortado numerosos intentos de atentado. Aunque existen comunidades islámicas amplias en territorio europeo, afortunadamente no encuentran apoyos en ellas. Les sirven para ocultarse, pero la mayoría de los musulmanes son personas pacíficas que rechazan el terrorismo y quieren llevar una vida normal. La eficacia de las agencias de seguridad ha sido innegable, aunque por su propia naturaleza los éxitos suelen pasar inadvertidos. Por eso Al Qaeda ha tardado dos años y medio en volver a atacar en territorio occidental. Durante ese tiempo se han producido atentados mucho más frecuentes contra objetivos europeos y norteamericanos, pero siempre en otros lugares del mundo, en Oriente Medio, en el Magreb o en Asia. No les resulta tan sencillo actuar aquí, y de lo que se trata es que lo tengan aún más difícil.
Presente y futuro
¿Qué lecciones hemos aprendido y qué errores no debemos cometer en el futuro?
J. A.: Hay que dar la prioridad que se merece a esta amenaza. Es vital mejorar la cooperación internacional, que no está funcionando bien a nivel policial ni judicial. Y estrechar los vínculos con los países árabes, especialmente con Marruecos y Argelia.
C. E.: Parafraseando al alto representante de la UE, Javier Solana, es necesario ser más proactivos y menos reactivos. No estoy seguro de que hayamos conseguido definir a qué nos enfrentamos. Contamos con la experiencia de ETA: los avances en esta lucha llegaron cuando identificamos todos los frentes -cultural, económico, etcétera-, que son tan importantes como el militar. No tenemos que enfrentarnos a sus coartadas -como la guerra de Irak- porque nos hayan golpeado, sino porque son conflictos que afectan a la gente, y hay que ser solidarios. Hay que adaptar nuestros códigos penales al nuevo escenario. En este sentido, lo ocurrido con Jamal Zougam es sonrojante; fue arrestado en su día, pero no procesado. Y crear instrumentos de colaboración. Si estos individuos actúan en Argel debe ser tan importante como si actúan en Madrid o en Londres. El problema es que a los pocos meses perdemos la intensidad y todas las grandes medidas que llenan las páginas de los periódicos se quedan en nada.
J. J.: Por un lado, hay que seguir trabajando en el terreno policial
y de inteligencia, pero con una dedicación mayor de recursos. En España estábamos concienciados de la amenaza que suponía ETA, pero veíamos el terrorismo islamista como un problema menor. Por otra parte, está el frente más amplio que consiste en ahogar las fuentes. Se trata de favorecer la democratización de los países de mayoría musulmana, fomentar la tolerancia religiosa, intensificar la cooperación al desarrollo y solucionar diplomáticamente conflictos como el palestino y checheno que dan fuerza al discurso de Al Qaeda.
Análisis
Un programa muy difícil de llevar a la práctica, pero que no se puede descuidar, porque de lo contrario la red terrorista conseguirá más adeptos que los que se pueda llegar a detener. También resulta necesario que el mundo musulmán, y más en concreto los movimientos islamistas moderados, combatan ideológicamente a los terroristas. En el caso de España esa línea de actuación requiere que todas las comunidades islámicas adopten una postura firme en contra del terrorismo -algo que efectivamente ya han hecho en sus declaraciones públicas-, y que comuniquen a las autoridades las actividades sospechosas que detecten entre las personas que frecuentan sus mezquitas.