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García Montero, la universidad española y no sé cuantas cosas más

García Montero, la universidad española y no sé cuantas cosas más

Esta semana pasada pudimos seguir en El País el desenlace del “asunto García Montero”. Ya saben: uno de los capos literarios del momento, Catedrático de la Universidad de Granada e ilustre voz poética donde las haya ahora mismo, era condenado por insultar a un colega de Departamento que, según parece, le estaba metiendo el dedo en el ojo más de lo acostumbrado en estos casos. Algo así creo que era el tema, más artículo defensivo-ofensivo en prensa, navajazos académicos con alumnos de por medio, intelectuales bailando y algunas cosas más. Ya se sabe que Andalucía es folklórica por naturaleza y este caso también lo ha sido, como no podía ser de otra forma (el otro día descubrí que la Ley de Educación de Andalucía incide en la importancia del flamenco de cara a fomentar la cultura andaluza como tema transversal a interiorizar por los estudiantes pre-universitarios; ahí es nada, parece sacado de aquellas “Autono-suyas” de Vizcaíno Casas).

Pero Montero se reservaba el postre, ya se sabe que los postres Montero merecen siempre la pena: va a cogerse una excedencia, mandará a freír puñetas a casi todo y así no tiene que verle la cara a nadie en la presuntamente docta casa. Así estará más libre y puede aprovechar para echar curricula por ahí o para pasear por Madrid con su legítima esposa (si Gaspar Llamazares se lo permite, que el ex del rojerío ibérico tiene mucho palique cuando quiere). El jueves pasado, El País recogía la foto de Montero bajando a su presunta última clase, disfrazado de sí mismo (como hacemos todos, por otra parte), y a uno, que es hijo de su cultura y de sus prejuicios, se le iban y se le venían las imágenes de García Calvo, Aranguren, Tierno y algún otro, aunque no tuviesen nada que ver con esta película, que va por otro lado.

Inmediatamente la corte del poeta-Catedrático se puso en marcha, y tanto su esposa como los demás monteritos, Prado y los praditos, Caballero Bonald, Miguel Ríos, Sabina, Morente, Gibson y el resto de su pesebre al completo se pusieron manos a la obra para recaudar fondos y para apoyar al poeta-Catedrático (¿qué fue primero, el huevo o la gallina?) frente a una presunta sentencia injusta y frente a un presunto prepotente compañero de claustro.

¿Y a qué viene que yo escriba, hoy, sobre esto? Pues se debe a que conozco perfectamente la institución, ya que hasta que me echen sigo siendo Profesor de Universidad (aunque no sé lo que duraré), y a que creo que esto que ha sucedido no es infrecuente en la institución, sólo que ha tenido más repercusión de lo normal. Todo ha sido un poco más a las bravas, pero en la vida universitaria suele haber mucho de eso, aunque todo se haga más taimadamente, ya digo: la vida del que se inicia en la carrera docente suele implicar gran esfuerzo para evitar las minas que te siembra el de enfrente y para sembrarle también tú el camino a él, a ver si hay suerte y salta él por los aires antes que tú. Aquí ha sucedido como en el viejo chiste del que se orinaba en la piscina: que, efectivamente, todo el mundo se orinaba en el agua, pero no desde el trampolín, y esto es lo que realmente choca. Aquí han orinado desde el trampolín y, claro, el chorro mojó hasta los periódicos, como sucedió en el caso de Paco Letamendía en Euskadi. En este caso, el de Montero, Prisa rápidamente puso en marcha su maquinaria y a rodar. A defender inmediatamente lo suyo. Con Prisa y sin pausa alguna.

No sé quien lleva razón, y lo que es más grave, me da igual: es un choque en las alturas y mi olfato de profesor de abajo me dice que a esas alturas, entre cátedros, disminuye el oxígeno y es mejor no asomar el hocico. Pero da que pensar, no cabe duda: uno cree que entre profesores universitarios reinan el sentido común, la sabiduría y el buen hacer docente e investigador, pero acaba descubriendo que este mundo es como todos. Uno sufre los atropellos que le caen encima y sobrelleva todo como mejor puede, ya está. Y si tiene espíritu vengativo y energías, guarda las faenas sufridas en la nevera de la memoria y las devolverá cuando se asegure de que nada puede sucederle por devolver el golpe. Todo prostituido, como era de esperar, también aquí. Qué pena: con lo sugerente que sigue siendo bajar a clase cada mañana.

Pero, por otra parte, ¿qué queremos? La universidad, como la política, las letras, el arte, la abogacía o el sector que queramos, desde la milicia hasta los empleados de hogar, no es más que un reflejo de la sociedad en que está inserto. En un país que ha dado al mundo el Lazarillo de Tormes, el Buscón de Quevedo, el Guzmán de Alfarache, el Diablo Cojuelo, la Celestina y tantos y tantos otros maestros del vivir al día, no pueden abundar sino los pícaros, los vendedores de crecepelos, los refazedores de virgos, los curanderos de poca monta, las aborteras del perejil y demás tropilla del sobrevivir. “Ganarás el pan con el sudor del de enfrente”, ya lo dice esa Biblia a la española que tiene en su mesilla todo aquel que ingresa en el mundo laboral, como funcionario o como trabajador por cuenta ajena. La Universidad no iba a ser excepción, por tanto. Será que la vida no acaba estando a la altura de nuestras expectativas.

Eso sí, Montero ha demostrado una gran lucidez mental planteándose solicitar la excedencia. Claro, un Catedrático puede permitirse según qué cosas. Los demás apretamos los dientes, tragamos sapos del tamaño de Marc Gasol y volvemos a bajar a clase cada mañana, con el cuchillo curvo en el cinto. Por si acaso fuese necesario en algún pasillo, frente a algún colega.
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