– El 25% de los pacientes epilépticos son resistentes al tratamiento
La epilepsia es un trastorno neurológico crónico frecuente cuya prevalencia mundial oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento. En concreto, la epilepsia afecta en nuestro país a unas 400.000 personas, diagnosticándose cada año alrededor de 20.000 casos nuevos.
Hoy en día, la epilepsia tiene tratamiento y se puede controlar en más del 70 por ciento de los casos. Sin embargo, según los últimos datos disponibles en España, existe un 25 por ciento de pacientes resistentes a la medicación y tienen una calidad de vida muy mermada (unos 100.000 pacientes farmacorresistentes). Aunque la neurocirugía puede ser una opción en algunos casos, son pocos los pacientes con epilepsia resistentes al tratamiento que se consideran candidatos quirúrgicos, explicó el doctor Antonio Gil-Nagel, neurólogo de Ruber Internacional en un seminario dedicado a esta dolencia, organizado por los laboratorios Pfizer.
A este respecto, el doctor Gil-Nagel comentó que en el tratamiento actual de la epilepsia no sólo se debe valorar el control de las crisis sino que también hay que considerar otros aspectos que influyen en la calidad de vida: el estado de ánimo, la adaptación social y los efectos adversos de los medicamentos epilépticos.
Las crisis epilépticas son la consecuencia de la descarga excesiva de neurotransmisores de las neuronas de la corteza cerebral. Estas crisis son inesperadas, sorpresivas y espontáneas. Para poder hablar de epilepsia deben haberse padecido, al menos, dos crisis epilépticas.
La epilepsia es un trastorno neurológico que puede estar causado por multitud de factores, desde causas genéticas hasta accidentes y traumatismos, crisis febriles o adicciones como el alcohol o las drogas (especialmente la cocaína y las anfetaminas).
Gil-Nagel explicó que no sólo el origen es variado sino también la propia enfermedad, que se puede manifestar en diferentes tipos de crisis: generalizadas (cuando se producen en todo el cerebro) o focales (sólo se dan en uno de los hemisferios).
Precisamente esa diversidad es lo que hace más difícil detectar la enfermedad, que se manifiesta desde pérdidas breves del estado de consciencia (de unos segundos de duración casi imperceptibles para el paciente y la familia) a temblores, pérdidas de memoria o crisis más graves con convulsiones. Todo ello unido a que no hay ninguna prueba concreta que sirva para diagnosticar la enfermedad y a que los propios pacientes tienden a ocultarla, lo que hace que los neurólogos tengan grandes problemas para realizar un diagnóstico, manifestó Gil -Nagel.
Gil Nagel explicó que hay que tener en cuenta que las crisis epilépticas representan (en la mayor parte de los casos) aproximadamente el uno por ciento de la vida de una persona pero los trastornos de aprendizaje y las alteraciones emocionales que causa esta enfermedad reducen mucho la calidad de vida de estas personas.
Sobre los casos más graves, María Espinosa, psicóloga del Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada, declaró que tienen problemas de memoria, atención, razonamiento, planificación, es decir, toda una batería de herramientas necesarias para cualquiera que quiera o intente llevar una vida normal. Para Espinosa, lo más recomendable es hacer una evaluación en profundidad del paciente e intentar buscar un tratamiento que se adecue a sus carencias y necesidades y que esté realizado no sólo por neurólogos, sino también por psicólogos y psiquiatras.
Es indispensable que los equipos multidisciplinares que asisten al paciente trabajen con sus familiares para conseguir un mejor ajuste de éstos a la enfermedad y prevenir la aparición de trastornos de ansiedad y depresión. Así se consigue una mejora en la calidad de vida del paciente y de las personas que le rodean, afirmó Espinosa.
Por su parte, la presidenta de la Federación Española de Epilepsia, Francisca Lozano, comentó que desde la federación se está apoyando y colaborando con todas las asociaciones para conseguir que el estigma social que hay entorno a la epilepsia desaparezca, mejorando la calidad de vida de los afectados, facilitando su acceso al mundo laboral y apoyando para que puedan ejercer sus derechos con absoluta libertad.