Entrevista a Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco
Necesitamos los tsunamis para salir todos a la calle
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Nuria Fernández (Pontevedra).
Los XIX cursos de verano de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en el centro asociado de la ciudad de Pontevedra se clausuraron con la presencia de personalidades como Federico Mayor Zaragoza, que dio una conferencia sobre la vigencia de la alianza de las civilizaciones. El ex director general de la Unesco opina que, a pesar de estar en una situación de crisis a nivel mundial, actualmente se dan las condiciones necesarias para alcanzar una cultura de paz.
¿Está vigente la alianza de las civilizaciones?
—Más que nunca, porque está claro que el mundo no está yendo bien. Estamos en una situación de crisis diversas a escala mundial: económica y financiera, medioambiental irreversible y alimentaria. Todo eso debe reconsiderarse con apremio, y la forma es muy sencilla: pasando de la fuerza a la palabra. Durante siglos hemos seguido un proverbio perverso que dice que “si quieres la paz prepara la guerra”, y ahora debemos cambiarlo por “si quieres la paz, ayuda con tu comportamiento a construirla todos los días”. Esto es lo que yo creo que constituye el mensaje esencial de la alianza y el diálogo frente a la separación, la violencia y la imposición.
¿Cómo ha evolucionado?
—Hay una cultura secular que es la cultura de la fuerza y, por este motivo hoy, más urgentemente que nunca, tenemos que pasar al don de la palabra, porque ya hemos visto que con las armas no se solucionan los problemas. Los españoles tenemos un pasado que nos ha hecho aprender, por eso creo que podemos adoptar un liderazgo firme, en el que debemos fomentar el encuentro y facilitar las condiciones de vida a otros países, cumpliendo siempre nuestras promesas. Resumiendo, hay que establecer un orden, y esto se encuentra en la alianza, resultado positivo del diálogo. Y para ello debemos excluir a los que únicamente quieren imponer su punto de vista y su propia verdad. A todos los demás, aunque mantengan posiciones diametralmente opuestas a las nuestras, debemos incluirlos en esta reunión.
Sin embargo, las políticas que se impulsan desde los países que se consideran civilizados no van por ese camino…
—Tiene usted toda la razón, y esto nos hace pensar que no existe la Unión Europea y que lo que existe es una comunidad económica, lo cual nos lleva a plantearnos una vez más qué significa hoy una democracia. Esto ya lo advirtió don Antonio Machado cuando dijo “es de necio confundir valor y precio”, y nosotros hemos confundido los valores con los precios.
¿Qué cree que se necesita para movilizar a la gente ante situaciones de crisis?
—Todas las demás crisis no movilizan a la gente. Necesitamos los tsunamis para salir todos juntos a la calle y que nos oigan, como cuando salimos aquel famoso 15 de febrero del año 2003 contra la guerra de Irak. Creo que en estos momentos hay una crisis que puede movilizar y que puede ser un auténtico tsunami: la de los alimentos. A esta crisis se unirán en su movilización todas las mujeres, que tienen un respeto inherente a la vida que no tiene el varón.Los augurios no son malos y yo creo realmente que hay una posible solución a esta crisis: pasar de una economía de guerra a una de desarrollo global. Considero que hay muchas cosas que se tienen que cambiar y para ello tenemos que saber decir que no. La resistencia de la sociedad civil puede conseguir que se cambien muchas cosas.
¿Considera que interesa tomar ese tipo de decisiones de cambio a quienes tienen poder para hacerlo?
—No les interesa, para qué nos vamos a engañar, y menos a los que están en una dinámica de una economía mundial de concentración de poder. Pero por este motivo tenemos que dejar de ser espectadores. La carta de las Naciones Unidas comienza diciendo “nosotros, los pueblos, hemos decidido evitar a nuestros hijos el horror de la guerra”. Esto quiere decir que vamos a construir la paz para evitar esta convulsión a los que vienen, porque el tiempo de silencio ha terminado. Cuando era rector de la Universidad de Granada escribí en la pared “Revolución”, pero después quité la R, y quedó “Evolución”. La evolución implica que hay unas cosas que se conservan y otras que se modifican. La diferencia entre “evolución” y “revolución” es la R de “Responsabilidad”. Somos responsables si abandonamos la postura de espectadores y participamos en la democracia, entonces conseguiremos conservar lo que entre todos pensamos que hay que conservar, y cambiaremos lo que haya que cambiar.
¿Usted confía en que se pueda crear una cultura de paz en un contexto de guerra?
—Sí, porque el contexto de guerra, como decía, es secular. Y la gran transición fue pasar de súbditos a ciudadanos. Fuimos súbditos hasta el punto de tener que ofrecer nuestra vida, que era lo único que teníamos. Ahora, toda esta historia se puede cambiar: podemos estar todos y ser relativamente felices. Porque para convivir, es decir, para “vivir con”, hay que compartir, es decir, “partir con” los demás lo que tengamos y no acumularlo. Por tanto, yo creo que en este principio de siglo y milenio, por primera vez se dan las condiciones para una cultura de paz. En este sentido, las mujeres están más representadas en la toma de decisiones, tenemos la posibilidad de participación no presencial y, sobre todo, tenemos esta conciencia global.