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Plantas que son «fósiles vivientes»

Plantas que son «fósiles vivientes»
Un estudio del CSIC estudiará cinco especies de plantas que viven en España en poblaciones muy reducidas pueden ser anteriores al establecimiento del clima mediterráneo, hace tres millones de años
Estas especies, únicas en sus géneros, están entre las más amenazadas de la flora española

AMAYA QUINCOCES . EFE. MADRID. Martes, 7 de diciembre de 2010 – 04:00 h.
UNA investigación dirigida por el Jardín Botánico de Madrid desvelará si son «fósiles vivientes» las plantas aparentemente más antiguas en la Península Ibérica y Baleares, es decir aquellas especies únicas en su género que persisten con escasas poblaciones y un pasado de al menos tres millones de años.

La investigación está siendo dirigida por el biólogo Pablo Vargas, del Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC), con la colaboración de científicos de la Universidad de Granada, el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), que es un centro mixto del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares (UIB), el Jardín Botánico de Valencia y la Universidad de Edimburgo.

El científico Pablo Vargas explica que las particularidades geográficas de la Península Ibérica como área de refugio en Europa permiten acoger a un elevado número de especies florales bien distribuidas (7.000), pero también a otras muchas (unas 100) en peligro de extinción. Entre todas las especies amenazadas de la flora española urgen medidas de protección a «las joyas» del patrimonio natural, que son precisamente los denominados «fósiles vivientes» que están al borde de su extinción.

Estudio de cinco plantas

En el marco de este trabajo se estudiará el origen en el tiempo de cinco plantas de distintas familias botánicas que son muy poco conocidas, pero muy importantes desde el punto de vista científico. Se intentará confirmar si es correcta la denominación de «fósiles vivientes» a ciertas especies relacionadas con «el mayor reto de conservación de plantas en España» por ser únicas en sus géneros y hallarse repartidas en poblaciones muy escasas y amenazadas de la Península Ibérica y Baleares.

Una de las líneas de investigación recurrirá a los relojes moleculares para descifrar cuándo se separaron unos linajes de otros, y si se dieron procesos de ese tipo, con un horizonte de unos tres millones de años atrás en el tiempo, que es cuando aproximadamente se estableció en la Península y Baleares el clima mediterráneo.

En el caso de que los resultados de la investigación finalmente desvelaran que cada uno de los linajes de cada una de las cinco plantas estudiadas es anterior a esa época de establecimiento del clima mediterráneo se confirmaría el calificativo atribuido de «fósiles vivientes». Ello podría significar que a esas plantas no les fue bien el clima mediterráneo y ese factor habría desencadenado el proceso de extinción de poblaciones. Sin embargo, según el científico, es demasiado pronto para interpretaciones.

Dos de estas plantas son de la familia de las margaritas. La primera es la Avellara fistulosa, una especie perenne que segrega leche tóxica para defenderse de los herbívoros, con una sola población española en las tierras bajas del Parque Nacional de Doñana (Sevilla). La segunda, el Castrilanthemum debeauxii, es una planta leñosa de montaña, de la que se han encontrado poblaciones en las sierras andaluzas contiguas de Castril, Guillimona y Cabrilla.

La Gyrocaryum oppositifolium es una especie diminuta en tamaño, aunque de una familia muy amplia, las Boragináceas, en donde se incluye la borraja; y se trata de una especie de aparición caprichosa cada primavera, cuya única población con un seguimiento continuo durante años es la de León (Ponferrada).

La Naufraga balearica, que vive sólo en dos puntos del norte de Mallorca y de la que se han encontrado tres poblaciones, pertenece a la familia de la zanahoria y está muy emparentada con el apio, pero mucho más humilde.

Finalmente, figura en el estudio la Pseudomisopates rivas-martineziio dragoncillo, que es del grupo de las flores más herméticas en el Mediterráneo, un mecanismo por el que las corolas no muestran sus órganos sexuales a los insectos, que se ven obligados a abrirlas para acceder al polen y néctar.

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