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Una carrera contrarreloj para conseguir ser un profesional

Una carrera contrarreloj para conseguir ser un profesional

J.A.L.
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lA CRÓNICA
cádiz. Medicina es, quizás, una de las carreras, que no la única, más vocacionales que existen. A pocos universitarios se les ocurrirá estudiarla sin sentirse llamado, profundamente, a afrontar el reto de velar por el bienestar de la vida humana. Después, selectividad, con su altísima exigencia de nota, obliga a rebajar las intenciones vocacionales. Y también difiere esta licenciatura de otras en su duración, seis años, y en la peculiaridad de que, una vez terminada, el ex alumno se ubica en una especie de limbo profesional porque precisa para trabajar, obligatoriamente, aprobar el tan temido, aunque cada vez menos, examen Mir. Casi nada.

En este limbo lleno de incertidumbre se encuentra ahora en Madrid, desde hace dos meses, Miriam López Pérez, una gaditana que, a unos días de cumplir 24 años, se prepara intensamente para afrontar la próxima convocatoria de este examen, fijada ya de manera oficial para el 20 de enero de 2007. Hasta entonces se someterá a un programa de preparación tan exigente como, estadísticamente, eficaz. Se trata del que ofrece la academia CTO, una de las que cuenta con más prestigio en el panorama español e, incluso, sudamericano. De los cien alumnos matriculados en el mismo curso que Miriam, una buena parte proviene del otro lado del Atlántico.

Aunque esta academia cuenta con sedes repartidas en varios puntos de España, Cádiz incluido, es sólo en Madrid donde ofrece, desde principios de pasado julio, un curso intensivo que acaba el 19 de enero del próximo año a las dos de la tarde, apenas 24 horas antes de la hora señalada para el comienzo del examen. Hasta entonces sólo tiene una tarea: estudiar.

Miriam López acabó la licenciatura de Medicina, que cursó en la Universidad de Granada, el pasado junio. El 25 de ese mes celebró, con sus compañeros de promoción, la solemne ceremonia de graduación, y, tras un breve paso por Cádiz para catar mínimamente sus playas, viajó a Madrid ante la apertura del curso por el que había optado.

En estos dos primeros meses de estancia en la capital del país, Miriam ha podido comprobar que la expresión hincar los codos, tan en boga en los ambientes estudiantiles, se queda corta ante las exigencias que le están planteando desde la academia. Las tardes de los martes y jueves, y según las semanas también algunos lunes, vive en la academia. Entre cuatro y seis horas de clase cada uno de estos días. Un total de 24 asignaturas, las que se incluyen en el examen, que sus preparadores, casi todos médicos que ejercen en hospitales de Madrid, le ayudan a valorar según la incidencia que vaya a tener en la prueba. Las mañanas, y las tardes que no tiene que ir a la academia, las dedica a estudiar: hasta nueve horas diarias cuando no tiene clases.

Pero la preparación no se frena aquí. Cada dos sábados, debe acudir a la academia para enfrentarse a lo que se denomina simulacro de examen: una prueba mir completa, con exámenes escogidos de las convocatorias de los últimos diez años, y que Miriam debe afrontar como si ya fuera 20 de enero: empieza a las cuatro de la tarde, la misma hora que el oficial; debe contestar a 260 preguntas tipo test, 250 base y las otras 10 de reserva ante posibles impugnaciones, y cuenta con cinco horas, ni un minuto más, para contestarlas todas. Puede también, igual que se le permitirá en el examen, acogerse a periodos de descanso. La recomendación de la academia es tratar de hacer el examen en cuatro horas y media, para contar con un colchón de media hora ante posibles imprevistos.

Cuando haga el examen oficial, sabrá el resultado varios días después, pero en la academia el número de preguntas acertadas o falladas las conoce en la misma tarde, mediante unas plantillas similares a las que se utilizan en las autoescuelas para los test de conducción. En cada pregunta se le proponen cinco respuestas: sólo una es correcta. Además, por cada tres fallos se le restará una de las preguntas acertadas.

En medio de esta intensa preparación, Miriam reserva el domingo para no hacer nada relacionado con el examen. Es el día escogido para desconectar, algo absolutamente necesario para su salud física y mental. Es, posiblemente, la única forma de salir adelante en una semana en la que el estudio lo preside todo, aunque entre tantas horas también haya tiempo para pasear, ir al cine o de copas.

Todo será así de rutinario hasta que el 20 de enero se siente, también en Madrid, en el aula donde tenga lugar el verdadero examen, cuando tenga que demostrar que tantas horas robadas a cualquier otra ocupación quizás más placentera han merecido la pena. La nota final se obtiene combinando el 75 por ciento de la puntuación obtenida en el examen más el 25 por ciento de la nota que conste en el expediente académico.

Miriam espera que el tiempo, y por supuesto también el dinero, invertido en esta preparación dé sus frutos en esta primera convocatoria. Ésa es su meta, aunque reconoce que será difícil y, por tanto, no entendería un mal resultado como un fracaso, ya que la experiencia obtenida en la preparación del examen le permitiría afrontar otra convocatoria de manera individual.

Entre otras cosas, y en el poco tiempo que aún lleva preparándose, en la academia le están enseñando a enfrentarse a cada asignatura según la importancia que pueda tener en el examen, según el número de preguntas que puedan caer de cada una. Y le también le han modificado el sistema de estudio, que nada tiene que ver con el de la carrera, como nada tienen que ver los exámenes realizados en los seis años de estudio con el que le espera unos días después de que arranque el próximo año.

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