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Arte contra maltrato

Arte contra maltrato

EL presidente de la Junta de Andalucía José Antonio Griñán ha manifestado su vocación educadora, al asignar prioridad a la enseñanza de entre sus múltiples propósitos gubernativos y políticos. Es auspiciosa tal declaración, siempre que lleve aparejada la acción consiguiente y los fondos necesarios para que se haga realidad.

No pretendo dar una imagen demasiado crítica del panorama educacional español actual, pero el constante goteo de sucesos aterradores que afectan a la adolescencia y a sus aledaños o se promueven por insolentes miembros de ese impreciso conglomerado humano me hace pensar que algo va mal en la función pedagógica o en el aprendizaje.

No es primera vez que lo afirmo, pero es cierto que la mocedad, ese lapso impreciso que Ambrose Bierce definió como el «período destinado a la rehabilitación de los efectos de la niñez», y que un decir anónimo, más prosaico, precisó que era la «etapa que corre entre la infancia y el adulterio», pero que los científicos concretan como «el que transcurre desde la pubertad hasta el completo desarrollo del organismo», no goza de muy buena reputación.

Desde que, cuenta Pedro Ingelmo en este Diario, Joselito, ese niño algecireño de 10 años estrangulado por Chico, de sólo 15, los casos se reproducen con variable nivel de gravedad. Pocos meses han transcurrido desde el cruel asesinato de Marta del Castillo por Miguel Carcaño y días atrás, unos cuantos jóvenes «se desafiaron» para incendiar coches en la Zona Franca de Cádiz, los mismos, parece, que incineraron una treintena de motocicletas en el barrio de Loreto; en Málaga, dos jóvenes tirotearon con sendas escopetas a una pareja de novios con los que habrían tenido desavenencias. Y son sólo ejemplos entresacados de entre muchos otros lances de agresividad temprana.

Espanta escucharlo, pero una encuesta de la Universidad de Granada comprueba que los adolescentes consideran el maltrato escolar como algo natural, apoyando al agresor y despreciando a la víctima.

El poeta Luis García Montero manifiesta en su columna semanal de El País, que el esfuerzo cultural de los poderes públicos sería más eficaz «si…no se hubiesen empeñado en despreciar el papel de las humanidades en los planes de estudio». Y yo agregaría que la violencia juvenil se suavizaría si los educadores dieran mayor trascendencia al arte, especialmente el musical. Ciclos como el denominado «Música para todos» que dirige el musicólogo Marcelino Díez, iniciarían a muchos adolescentes, cambiando sus maneras y sus fobias.
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