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JOVENES E INTERNET

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PASO A PASO
JOVENES E INTERNET

FRANCISCO DANCAUSA PUBLICISTA 22/06/2005

Decía san Agustín que es necesaria cierta quietud, ya que Dios se deja sentir en la soledad interior. La propuesta del santo parte de una premisa: hallarse en paz con uno mismo. Cuando alguien tiene la suerte de encontrarse en este equilibrado estado es capaz de oír todo aquello positivo que le rodea, incluido el amor de los que le quieren, su propio talento e inclusive, para los más seráficos, hasta a la Providencia. Este concepto de soledad, más bien relacionado con la piadosa calma que proporciona la relación armónica con nuestro yo y su circunstancia que con la carencia de compañía, tiene una importante componente social, ya que, a la postre, somos animales sociales y los ecos de la sociedad en la que nos encontramos acuden como sosiegos o ruidos a nuestro diálogo solitario y cotidiano con ese monólogo interior y multitudinario que suele ser la vida. La cuestión es que este soliloquio que sugerimos, necesario para la integridad humana, está infectado de chirridos sociales deshumanizados y confusos de tal manera y según un reciente estudio de la Universidad de Granada que avoca a los jóvenes a usar compulsivamente Internet, menoscabando, al final, sus relaciones familiares y su desarrollo académico. En Israel, que tienen el mismo problema y son más prácticos, han optado por contrarrestar esta adicción reduciendo el horario de conexión a la Red y animando a la juventud a adoptar posturas ergonómicas frente al ordenador. Esto, que no está mal, quizá quede huérfano de aquel concepto que Florian Huber y Christopher Neuschäffer, en su libro sobre las adicciones al ciberespacio, Padres desconectados , planteaban: acompañar a los jóvenes en sus viajes por la Web. Aunque complementaría que también se sintieran felizmente acompañados cuando deban de estar solos.

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