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Millón y medio de ancianos viven solos en el Estado, el doble que hace quince años

Millón y medio de ancianos viven solos en el Estado, el doble que hace quince años
En Euskadi, el servicio de atención domiciliaria incrementa sus usuarios un 8% cada año

Elena Guisasola Bilbao

Cerca de de 1,6 millones de ancianos del Estado viven solos en la actualidad, el doble que hace 15 años. Esta cifra se ha ido incrementando a lo largo de los años, ya que en 1991 el 16% -868.000 de las 5,37 millones de personas mayores de 65 años- residían en sus domicilios sin ninguna compañía y en 2001 este porcentaje se elevaba hasta el 19%, al estar solos 1,35 de los 6,95 millones existentes, la mayoría de más de 75 años. Según Juan López Doblas, profesor de Sociología de la Universidad de Granada, durante los próximos años va a continuar esta tendencia y se alcanzarán los dos millones de solitarios.

Respecto a la situación en Euskadi, la mayor parte de la población anciana reside en su vivienda. De hecho, el servicio de ayuda a domicilio incrementó su número de usuarios una media de un 8% anual entre 1998 y 2003, atendiendo durante este último año a un total de 17.000 personas pertenecientes a este colectivo. Además, al igual que en el Estado, también se espera en esta comunidad un notable incremento de la población de 65 años o más, alcanzando el 21,3% del total en 2015. El mayor crecimiento se producirá en la proporción de personas mayores de 85 años, que pasará del 9,9% que se registró en 2000 al 16,4% dentro de nueve años. Este ritmo supondrá un incremento absoluto de más de 40.000 personas de más de 85 años, que se sumarán a las 36.100 que había hace seis años, alcanzando los 76.600 en 2015, resultado que supone más del doble.

Motivos de la soledad

Respecto a los motivos por los que este colectivo prefiere continuar viviendo en su domicilio, a pesar de estar solos, en lugar de acudir a una residencia o a una vivienda comunitaria, en el estudio que ha elaborado López Doblas se asegura que no toman esta decisión como consecuencia del abandono de sus familias, sino que porque así lo desean y quieren. Además, su situación económica y su estado de salud se lo permiten. «Ninguna persona mayor quiere abandonar la casa en la que han vivido durante décadas y en la que criaron a sus hijos y familiares», explica este profesor de la Universidad de Granada.

Aunque no se puede hablar de pobreza en este sector, como apunta López Doblas, sí existe una «clara escasez de ingresos», más patente en el caso de las mujeres, ya que provienen de una generación en la que sólo los hombres trabajaban y, por lo tanto, no han cotizado. En consecuencia, se ven obligadas a vivir de las pensiones de viudedad, que rondan, de media, los 400 euros en el Estado. En el caso de Euskadi ascienden hasta los 519,63 euros y alrededor de 123.000 personas las percibían hace dos años.

A pesar de ello, las personas mayores de 65 años vivieron durante la guerra del 36 y «saben lo que es pasar hambre», por lo que son de mentalidad austera y, en muchos casos, llegan a ahorrar parte de esos ingresos. Algunas de ellas, incluso, se convierten en una «fuente de solidaridad económica» con sus hijos y nietos.

A esta situación de precariedad económica también se le suma el déficit educativo, que como en el caso anterior afecta principalmente a las mujeres. Muchas de las que tienen 80 años o más aprendieron a leer y escribir «como pudieron», pero no recibieron ningún tipo de instrucción formal. En la CAV, por ejemplo, los mayores de 60 años presentan todavía una tasa de analfabetismo cifrada alrededor del 2% del total, que en el caso de las mujeres de este sector asciende hasta el 2,7%.

A los hombres les afectan otro tipo de problemas a la hora de vivir solos. La mayor parte de ellos no se maneja bien en las faenas del hogar ya que en estas generaciones es la mujer la que se ocupa de la casa. Esta situación provoca que en la mayor parte de los casos, cuando los hombres enviudan, optan por irse a vivir junto a sus hijos o trasladarse a una residencia, aunque preferirían continuar viviendo en su hogar.

Vivir solo es positivo

El sociólogo López Doblas afirma que, frente a la creencia popular de que la sociedad y la familia están en crisis, el hecho de que una persona viva sola debe ser visto de manera positiva, ya que lo hace porque pueden y el estar solos les mantiene «activos, lo que les da la vida». También destaca que los que tienen hijos residen solos en sus hogares porque así lo desean y no porque estos no quieran acoger a sus padres. Este profesor ha comprobado que cuando las personas mayores de 65 años no comparten techo con sus descendientes, se llevan mejor con ellos, situación que se repite con sus propias parejas.

Por último, en este estudio analiza cómo la Administración puede ayudar a mejorar las condiciones de vida de los mayores que deciden vivir solos y aboga por la ampliación de la asistencia a domicilio con el objetivo de que no sólo consista en «dos horas al día» y por las ayudas económicas, con el objetivo de que puedan contratar a segundas personas que les ayuden a llevar sus casas.

En la Comunidad Autónoma Vasca ya se está realizando un especial hincapié en el gasto en asistencia a ancianos, que creció un 25,1% en 2003 y que se repartió entre tres tipos de atención: servicios residenciales, centros de día y atención domiciliaria. Desde estas prestaciones se atendieron al 9% de los mayores a lo largo de ese año.

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