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181 ex desaparecidos

181 ex desaparecidos.

El proyecto fénix, que compara el adn de los cadáveres no reclamados con el de sus familiares, ha identificado a decenas de desaparecidos
Los familiares de los más de 3.000 desaparecidos en el Estado español sueñan con un desenlace. Aunque los finales felices son siempre los más anhelados, algunos se conformarían con encontrar los restos de sus seres queridos, poder enterrarlos dignamente y saber dónde depositar las flores. La base informática del Proyecto Fénix ha resuelto de este modo 181 casos.

«Después del entierro, hemos recibido cartas de familiares dándonos las gracias por haber encontrado los restos. Es la peor opción porque significa que su ser querido está muerto, pero mayor es la incertidumbre en la que viven, cuando alguien les dice le he visto en la tele». El director científico del Proyecto Fénix, José Antonio Lorente, que hoy participará en el II Encuentro de personas desaparecidas organizado por el Ayuntamiento de Arrigorriaga, explica que gracias a esta pionera base de datos un total de 181 personas han sido enterradas con los oficios pertinentes después de pertenecer durante años al amplio colectivo de desaparecidos.

Más de 3.000 personas se encuentran en esa situación en el Estado, muchas por decisión propia, pero a casi todas les busca alguien: un hijo, una esposa, un padre… En la legislación española prevalece el derecho individual sobre cualquier otro, «como el moral», apunta Lorente. Ello implica que si alguien decide desaparecer no tiene porqué dar explicaciones a nadie. «Ésta decisión genera una enorme angustia a la familia que deja atrás, que nunca podrán recibir ni una sola explicación de los agentes de los diferentes cuerpos policiales», añade el forense. En otros países europeos, cuando se encuentra una pista sobre el desaparecido (la apertura de una cuenta corriente, un contrato de alquiler), las leyes establecen que los agentes avisarán a los familiares de que su ser querido sigue vivo. Sin más, pero suficiente para entender.

En colaboración con el Ministerio del Interior, Lorente puso en marcha en 1999 el Proyecto Fénix desde la Universidad de Granada, donde trabaja como profesor. El planteamiento era muy sencillo: crear dos bases de datos con muestras de ADN que se comparan permanentemente. Una recoge el ADN de los restos (huesos, fundamentalmente) de 820 personas que nadie ha reclamado todavía, y que recibirán sepultura sin lápida de seguir en esta situación. La otra incluye el código genético de unas 950 familias que esperan un desenlace, cualquiera que sea.

Entre la maraña de desaparecidos voluntarios se esconden los casos más trágicos, que sí requieren una intensa investigación policial: secuestros, violaciones, asesinatos y homicidios, pero también accidentes sin testigos, personas perdidas en el monte o ancianos con Alzheimer que no supieron regresar a casa. Los cuerpos de las víctimas pueden desaparecer durante años, hasta ser encontrados por casualidad en forma de esqueleto, irreconocibles ya para sus familiares. Y las ropas, como el tejido humano, también se descompone. La única identificación posible es mediante el ADN.

Los familiares se someten voluntariamente a una prueba, generalmente de saliva, para dejar constancia de su información genética. Al principio sólo la Guardia Civil tenía acceso a ellas, aunque recientemente la Policía Nacional se ha incorporado y las policías autonómicas con laboratorios propios (como la Ertzaintza y los Mossos d'Esquadra) lo harán en breve, para agilizar las labores de rastreo de las personas desaparecidas. El Proyecto Fénix se ha extendido incluso a Europa, identificando a tres extranjeros: un inglés, un alemán y un ciudadano de un país nórdico.

No obstante, las bases de datos no sirven para todos. Sólo admiten desaparecidos recientes (de hasta unos 30 años atrás), y excluye a los desaparecidos y fusilados de la Guerra Civil. «Hace unos años nos llamó una mujer asegurando que estaba perdida, que no sabía quién era. Al principio no la entendíamos, pero tenía razón. A la edad de tres años, en 1936, la separaron de su familia. Sólo recordaba que nació en un pueblo de costa pero que se crió en uno de la provincia de Valladolid. Nada podíamos hacer por ella porque oficialmente no es una desaparecida, pero la pusimos en contacto con una asociación de estas características y le deseamos mucha suerte».
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