La obtención de registros y el establecimiento de indicadores permiten medir la calidad de la asistencia
La aplicación de la norma ISO a la atención farmacéutica mejora su puesta en práctica
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La aplicación de las normas ISO para la gestión de la calidad a la atención farmacéutica (AF) permite estandarizar las actuaciones que realiza el farmacéutico en esta materia, adaptarlas a la legalidad vigente y demostrar externamente los resultados que se obtienen con ella. í‰stas son algunas de las conclusiones de una tesis doctoral defendida por la farmacéutica sevillana Lourdes Gutiérrez en la Universidad de Granada y calificada con sobresaliente cum laude.
Mario Vaillo. mvaillom@recoletos.es
La tesis se centra en la obtención de registros e indicadores de calidad asistencial de acuerdo con el Documento de Consenso sobre atención farmacéutica impulsado por el Ministerio de Sanidad y propone un cartera de servicios adaptada a las necesidades de la población y una serie de pautas profesionales para desarrollar cada uno de los servicios (seguimiento farmacoterapéutico, indicación farmacéutica, dispensación) contenidos en la AF. Así, la autora señala que cada servicio debe incluir objetivos, requisitos, procedimientos normalizados de trabajo (que especifiquen su objeto, ámbito de aplicación, responsabilidades del personal involucrado, etc.) y una evaluación.
REGISTROS
Para medir la actividad asistencial, Gutiérrez hace hincapié en la importancia de contar con registros e indicadores. Para medir la actividad asistencial es fundamental la obtención de registros que permitan seguir la trazabilidad del proceso desde el principio al fin, señala. Y añade: También los indicadores dan una medida de la calidad asistencial, ya que a través de ellos se va a evaluar el servicio y se podrá hacer un análisis de las actuaciones, pudiendo someter todas las actividades a una mejora continua.
Entre esos registros e indicadores posibles, Gutiérrez propone varios para cada uno de los servicios. Así, para la dispensación señala, entre otros, registros como los informes de derivación a otro profesional cuando se necesite; para la consulta farmacéutica, documentos realizados para la educación sanitaria y el uso racional de medicamentos; para el seguimiento, las estadísticas mensuales del programa Dáder; para la farmacovigilancia, las tarjetas amarillas; para la actividad docente, las evaluaciones de los alumnos en prácticas tuteladas, y para la investigación, la elaboración de protocolos y artículos, entre otros.
Además, la tesis ofrece una serie de indicadores (ver cuadro) que pueden ir implantándose de forma progresiva: Lo ideal sería que todas las farmacias tuvieran unos indicadores previamente establecidos por una organización de certificación sanitaria, aunque pueda haber otros particulares de cada farmacia, señala Gutiérrez, quien asegura que la aplicación de las normas de calidad a la AF daría concreción a lo que hoy por hoy es poco más que una entelequia y facilitaría a cualquiera que quiera o tenga la obligación de seguir este camino su puesta en práctica.
Indicadores para medir la AF
Algunos de los indicadores propuestos para cada proceso que forman parte de la atención farmacéutica.
Dispensación: número de dispensaciones realizadas/número de operaciones totales.
Consulta o indicación: número de pacientes derivados al médico/número total de consultas con indicación de medicamentos.
Seguimiento: ingresos en el servicio al año.
Farmacovigilancia: número de tarjetas amarillas enviadas/número de problemas relacionados con el medicamento notificables.
Docencia: número de alumnos que participan en las prácticas tuteladas al año.
Investigadores: artículos publicados al año.