Climas del pasado,
predicción del futuro
Antonio García-Alix y
Francisco Javier Carrillo
El cambio climático es actual-
mente una de las principales
preocupaciones mundiales ya
que tiene repercusiones directas
sobre el planeta Tierra y nuestra
sociedad, como sequías pronun-
ciadas, desertificación, inunda-
ciones descontroladas, especies
al borde de la extinción, fusión
de hielo en los polos, subida del
nivel del mar… Además parece
que la acción del hombre tiene
bastante que ver en la amplifica-
ción de todos estos fenómenos.
Este tema, de gran controversia,
está a la orden del día, siendo fre-
cuente en conversaciones de per-
sonas ajenas a la ciencia. En la ca-
lle se pueden oír comentarios del
tipo: «este verano ha hecho mu-
chísimo calor, por el cambio cli-
mático», o «el invierno ha sido
tan frío como siempre, el cambio
climático es un cuento».
Estas afirmaciones sin más ar-
gumentos, probablemente deno-
tan una confusión entre tiempo y
clima, por cierto muy habitual
entre los escolares. Determinar
la modificación de los climas del
planeta requiere continuas medi-
das meteorológicas durante años
en infinidad de lugares. Además,
cuando se habla de cambio cli-
mático debemos especificar con
respecto a qué escenario se pro-
duce ese cambio. Es decir, cuál
sería la situación ‘normal’ y cual
la de ‘cambio’.
Por otro lado, el clima varía de
manera natural a lo largo del
tiempo. Por ejemplo, en el pasa-
do reciente, la Pequeña Edad de
Hielo fue un periodo especial-
mente frío en el Hemisferio Nor-
te que se extendió durante los si-
glos XVI al XIX. El frío llegó a ser
tan intenso en Londres que el río
Támesis se congelaba temporal-
mente. Numerosos pintores de la
época nos han legado esos hela-
dos paisajes. Probablemente la
humanidad entonces no lo inter-
pretó como una amenaza ya que
carecían de datos adecuados y
una perspectiva histórica y glo-
bal para comparar, por ejemplo,
respecto a unos cientos de años
antes (siglos X-XIV aproximada-
mente), cuando las temperaturas
fueron, por el contrario, bastan-
te altas en el Hemisferio Norte.
El clima ha tenido un gran im-
no atmosférico. Así, las recons-
trucciones paleoclimáticas reali-
zadas a nivel mundial indican que
los últimos 10.000 años se carac-
terizan por ser, en general, un pe-
riodo cálido (periodo intergla-
ciar), que contrasta con el perio-
do glaciar inmediatamente ante-
rior, de intenso frío y aridez, que
llegó a su clímax hace aproxima-
damente entre 25.000 y 20.000
años, cuando los casquetes pola-
res eran mucho mayores que los
actuales, y el nivel del mar era
unos 125 metros más bajo que el
actual. Pero si nos vamos un poco
más atrás en el tiempo, hace
130.000-115.000 años el clima
era entonces cálido (intergla-
ciar), con bastantes similitudes
respecto ala época actual.
Los estudios paleoclimáticos
ha desvelado que solo durante el
último millón de años (¡la Tierra
tiene 4560 millones de años!),
periodos glaciares e interglacia-
res se han ido alternando con
cierta periodicidad. Las causas
principalmente se asocian a fe-
nómenos astronómicos cíclicos,
como puede ser la variación en la
forma de la órbita de la Tierra, en
la inclinación o dirección de su
eje, o en la intensidad de la ener-
gía solar recibida. A estos fenó-
menos periódicos, de superposi-
ción compleja, hay que sumarles
Hay investigadores que
achacan las grandes
crisis del siglo XVII a
un cambio climático
GONZALO JIMÉNEZ MORENO
Muestreo de la Laguna de Peñón Negro y testigo sedimentario obtenido para realizar un estudio paleoclimático.
pacto en nuestras vidas; por
ejemplo, hay investigadores que
achacan las grandes crisis del si-
glo XVII y una reducción signifi-
cativa de la población mundial, a
este cambio climático. Por eso se
hace muy necesario conocer có-
mo se ha visto modificado a lo
largo de la historia de la Tierra,
con qué fenómenos se relaciona
y qué impacto puede tener la ac-
tividad humana en el mismo.
Centrándonos en las dos prime-
ras aseveraciones hay que desta-
car que en la actualidad dispone-
mos de datos precisos de varia-
bles meteorológicas, como tem-
peratura o precipitación para los
últimos 150 años. Sin embargo,
hacer predicciones futuras con
series de datos tan reducidas,
puede provocar importantes
errores de estimación. Necesita-
mos estudios climáticos de inter-
valos de tiempo mucho mayores
a lo largo y ancho del planeta pa-
ra poder hacer predicciones fia-
bles. ¿Pero cómo podemos obte-
ner esos datos climáticos si las
medidas continuas son difíciles
de encontrar antes del siglo
El Támesis congelado». 1677, autor desconocido (Museo de Londres).
XVIII? Como no existen medidas
directas tan antiguas de tempe-
ratura o precipitación para re-
construir el clima del pasado, es
decir, el paleoclima, la solución
está en usar indicadores indirec-
tos, por ejemplo, los relaciona-
dos con los anillos de los árboles,
restos fósiles, o datos sobre la
composición química e isotópica
del registro geológico.
Para hacer reconstrucciones
paleoclimáticas de calidad y «alta
resolución», es necesario dispo-
ner de series de datos continuas,
que en materiales relativamente
recientes se pueden obtener a
partir de estudios de sedimentos
de océanos, o lagos, o incluso de
hielo polar o glaciar. Sin ir más le-
jos, las lagunas y borreguiles de
Sierra Nevada están siendo inves-
tigadas actualmente con estos
propósitos. A partir de estos regis-
tros se infiere cómo ha variado,
por ejemplo, la temperatura de la
superficie de los océanos o la con-
centración del dióxido de carbo-
otras variables como la concen-
tración de gases de efecto inver-
nadero, corrientes oceánicas,
distribución de masas continen-
tales, etc.
Pero la información sobre el
pasado sigue presentando gran-
des lagunas tanto temporales co-
mo espaciales. Se requiere más
investigación para conocer mejor
nuestra historia climática, así co-
mo la manera en que los distintos
ecosistemas reaccionaron ante
dichos cambios. Sólo así, y te-
niendo en cuenta una nueva va-
riable, la influencia humana, po-
dremos predecir con menos in-
certidumbre la evolución futura
de los climas y ecosistemas de la
Tierra. En cualquier caso, los es-
tudios científicos ponen de mani-
fiesto que el uso de carbón, pe-
tróleo y gas natural está incre-
mentando la concentración de
dióxido de carbono en la atmós-
fera y con ello se modifica el de-
licado equilibrio climático. Cam-
biar nuestro estilo de vida a otro
más sostenible, es tarea de los
agentes económicos, políticos,
sociales, educativos… de todos
los ciudadanos.
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