En la Roma clásica eran declarados “infames” los gladiadores, las prostitutas y los actores, según un estudio de la Universidad de Granada
En el marco legal de la Roma clásica se sancionaban las penalizaciones sociales que sufrían las prostitutas que eran objeto de “infamia”; eran declaradas “infames”, junto con los actores y los gladiadores, según un estudio sobre las prostitutas en Roma, elaborado por la profesora de la Universidad de Granada, Aurora López López, y publicado en el libro: “En Grecia y Roma: las gentes y sus cosas”, cuyos responsables de edición son los profesores Andrés Pociña y Jesús María García.
El libro, editado conjuntamente por la Universidad de Granada y la Sociedad Española de Estudios Clásicos, trata de la poesía, de la mística, de la filosofía, de los atletas, de los médicos, de las prostitutas, de los músicos, de los juegos, del maestro, de la literatura, de la moda, de la comedia, de los homosexuales, en diversos estudios realizados por especialistas y profesores y expuestos en el curso homónimo “En Grecia y Roma: las gentes y sus cosas”, celebrado en Granada con los auspicios de la Sociedad Española de Estudios Clásicos.
Según la profesora Aurora López, autora de este estudio, prostitutas, actores y gladiadores son, en la Roma clásica, paradigmas del deshonor, que atentan contra la “dignitas” de la alta ciudadanía, contra la “grauitas” que debe adornar a un romano. La profesora de la Universidad de Granada, que se sirve en su investigación de textos clásicos y legislación romana, señala que las prostitutas tenían sus propias señas de identidad en el vestido y en el peinado, a fin de que no pudiera haber error sobre si una mujer que cruzaba por la calle era o no prostituta: “El vestido que debe llevar una prostituta cuando sale a la vía pública –afirma Aurora López–, consiste en una toga corta de color parduzco, atuendo que nunca llevará otro tipo de mujer. Por lo demás, también se diferencian las mujeres de alta clase, las “matronae”, cuyo vestido era la “stola” larga hasta los pies y adornada por una ancha franja llamada “instita”, que servía de aviso al público sobre el riesgo que suponía acercarse a ellas; llevaban además la “palla”, una especie de manto con el que se cubrían, y un peinado con cintas, “uitae” completaba su atuendo en lo esencial.”
Sin embargo, pese a estos atuendos, las prostitutas podían llevar debajo, y desde luego en las casas de los “lenones” o las “lenae”, vestidos lujosos con que indicaban su refinamiento, y, en consecuencia, el precio que debía pagarse por sus servicios.
La profesora Aurora López termina su trabajo con una esclarecedora cita de una diputada del Parlamento sueco. Elizabeth Markstrom. “La prostitución es una cuestión de poder, de poder masculino sobre las mujeres, y no permitiremos que los hombres compren a las mujeres con dinero. Como Louise, una antigua prostituta, me dijo: algunos dicen que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. En ese caso, se ha construido sobre la mentira más antigua que el hombre se inventó”.
15/03/2004