La nostalgia del esplendor del XVI, clave en la supervivencia de Baeza
Baeza no es un recuerdo del siglo XVI. Es el siglo XVI. En su espectacular casco histórico pervive la esencia arquitectónica de su centuria de grandeza. Y en sus gentes persisten destellos de los buenos tiempos. Las siguientes generaciones vivieron su decadencia, pero se transmitieron un legado emocional, a medio camino entre la nostalgia por lo perdido y el orgullo por lo alcanzado, que aún perdura.
Así lo entiende al menos José Policarpo Cruz, doctor en Historia del Arte por la Universidad de Granada, quien defendió la imagen de Baeza como ciudad fósil del renacimiento en el marco del curso sobre patrimonio que se desarrolla en la sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía.
Fósil, pero viva. Así es la Baeza que Cruz muestra a sus alumnos en un itinerario plagado de puntos de vista novedosos.
En lugar de oficiar de guía, el ponente explicó cada monumento como pieza de un conjunto no sólo arquitectónico. Les comentó su valor histórico, pero también el literario. La relación de cada edificio catalogado con las calles y con las costumbres de Baeza. Como experto y como baezano, les guió a a través de un itinerario académico y sentimental que desemboca en un espacio donde conviven la historia y la memoria.
La memoria ha sido fundamental para preservar el patrimonio. Cruz señala que cuando se inicia el declive económico y cultural de Baeza sus habitantes encuentran un bálsamo en la nostalgia, lo que a su vez favorece la preservación del patrimonio.
«En la mente de los baezanos los monumentos se convierten en la memoria viva de la época de máximo esplendor», dijo José Policarpo Cruz, para quien se explica así que Baeza mantenga aún la condición de ciudad universitaria, catedralicia y nobiliaria que fue hace más de tres siglos.
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