EDICIÓN IMPRESA – Cultura
Un análisis genético determinará la autenticidad del cráneo de Mozart
Han pasado 213 años desde la muerte de Mozart y aún no está claro dónde están los restos mortales de uno de los mayores genios de la historia de la música
ANTONIO SÁNCHEZ SOLÍS. CORRESPONSAL/
Wolfgang Amadeus Mozart
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VIENA. Un equipo de científicos austriacos va a realizar un estudio de los restos del padre de Wolfgang Amadeus Mozart para compararlos con el cráneo atribuido al maestro, que conserva una fundación musical de Salzburgo, la ciudad natal del compositor. Esta comprobación sigue la misma pauta que la Universidad de Granada aplicó hace unas semanas para determinar la autenticidad de los restos de Cristobal Colón mediante comparación del ADN de sus familiares, y que pinchó en hueso. En esta ocasión, los investigadores han abierto la tumba donde descansan los restos de Leopold y Constanze Mozart, padre y esposa del genial músico. Allí encontraron un tercer esqueleto que podría pertenecer a la sobrina de Mozart, Jeanette, la hija de la hermana de Mozart que falleció con 16 años. El resultado del análisis genético de los huesos de Leopold Mozart se cotejará con el cráneo que todavía hoy guarda la Fundación Mozarteum y de cuya autenticidad hace tiempo que se duda.
El autor de «Las bodas de Fígaro» murió el 5 de diciembre de 1791 a los 35 años de edad, víctima, seguramente, de una fiebre reumática. En el momento de su fallecimiento, Mozart vivía en condiciones cercanas a la miseria por lo que su cadáver fue enterrado en una fosa común en el cementerio de Sankt Marx de Viena. El día del funeral una fuerte tormenta que azotaba la capital austriaca dispersó al pequeño cortejo fúnebre que acompañaba al maestro hacia el camposanto, por lo que ningún allegado estuvo presente en el entierro. A partir de aquí, la historia y la leyenda se confunden. La fosa común no fue marcada con lápida o cruz alguna y la existencia del cráneo conservado en Salzburgo se atribuye a que el hijo del portero del cementerio pudo identificar el lugar donde se hallaba el cadáver de Mozart. De allí se rescató la cabeza que fue posteriormente trasladada a Salzburgo. Otra versión de la historia habla de que un sepulturero llamado Radschopf entregó el cráneo a Joseff Hyrtl, un conocido anatomista de la época, que fue quien lo entregó al Mozarteum. Ahora, el arqueólogo Wilfried Kovacsovics y el doctor Christian Richter comprobarán si la historia y el cráneo son auténticos. Los resultados del análisis no se harán públicos hasta 2006, coincidiendo con la celebración del 250 aniversario de Mozart y que Austria va a celebrar por todo lo alto con exposiciones y certámenes.
En Viena, en el Cementerio Central, se levanta un monumento conmemorativo que fue trasladado desde su ubicación original en el camposanto de Sankt Marx. Aquí se puede contemplar una escultura que señala la supuesta ubicación de la primitiva fosa común. La muerte de Mozart ha estado rodeada de misterios y no sólo por la incertidumbre sobre dónde reposan sus restos mortales. Durante años se especuló con que el músico fue envenado por el compositor Antoni Salieri. Y Mozart se obsesionó con esa idea. Pero Salieri aseguró no tener nada que ver con el fallecimiento de Mozart.
El último enigma
La verdad es que los últimos momentos de la vida de Mozart no fueron fáciles. Enfermo, su salud fue delicada durante toda su existencia, y sin apenas recursos económicos, sus últimos días los dedicó a trabajar en el «Requiem» que se le había encargado de forma anónima en julio de 1791, cuatro meses antes de su muerte. El misterioso encargo trastornó a un ya muy debilitado Mozart, que llegó a pensar que estaba escribiendo su propio canto fúnebre. El 7 de septiembre, apenas tres meses antes de morir, Mozart escribió a Salieri: «Prosigo, ya que el componer me fatiga menos que el reposo. Aunque sea así, nada temo. Siento, en lo que experimento, que la hora suena; estoy a punto de expirar; habré acabado antes de haber gozado de mi talento. Era tan bella la vida, la carrera se abría bajo auspicios tan afortunados, pero no se puede cambiar el propio destino. Nadie mide sus propios días, es preciso resignarse, será lo que guste a la providencia, acabo y he aquí mi canto fúnebre, que no debo dejar imperfecto». Ahora, con el análisis del cráneo conservado en Salzburgo, se quiere cerrar el último enigma que rodea a la vida de este grandioso compositor que en sus 35 años de vida escribió 41 sinfonías, 205 obras para piano y 23 óperas.