EDICIÓN IMPRESA – Colaboraciones
SOCIEDADES COMPLEJAS
Por RAFAEL DOMINGO Director de la Cátedra Garrigues. Universidad de Navarra/
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EL proceso acelerado de transformación social está provocando una profunda sensación de incertidumbre e inestabilidad en la población mundial. Detectar la relación causa-efecto o acción-reacción en los distintos procesos de cambio social es cada vez tarea más difícil. Todo está entrelazado, enmarañado, entretejido, enredado. Al gusto por los incuestionables avances técnicos y científicos se une cierta desazón por la indigesta asimilación de lo gustado. Contemplamos fenómenos totalmente nuevos como la globalización económica (también social, cultural y por supuesto jurídica), que ha conducido a una deslocalización industrial y a una concentración del poder económico en pocas manos, empeñadas en alcanzar algún día el dominio del mundo a través de los poderes mediático y político. El desarrollo de nuevas tecnologías abre numerosos debates en el ámbito de la Ética acerca de los límites del desarrollo científico y del conocimiento humano. El terrorismo internacional y los fundamentalismos religioso y laicista desafían la convivencia entre civilizaciones y amenazan la cohesión de las sociedades multiculturales.
En suma, las sociedades contemporáneas se enfrentan a problemas de escala planetaria, que desbordan los márgenes tradicionales de actuación de un Estado-nación agonizante. En efecto, el concepto excluyente de soberanía, configurador del Estado moderno, ha quedado obsoleto, como también el de nacionalismo, que no es sino una reacción popular contra un superpoderoso Estado soberano cuyos límites territoriales no coincidían con los culturales.
Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación han hecho posible una inmediatez de las noticias antes desconocida, que multiplican vertiginosamente el tiempo social. Se recibe un volumen de información cada vez mayor en un tiempo cada vez menor, lo que dificulta seriamente la capacidad de reflexión y por tanto de pensamiento. Decía Cicerón (Tusculanae, 5.38.111) que para el hombre sabio y erudito vivir es pensar: Loquor enim de docto homine et erudito, cui vivere est cogitare. En nuestros días, parece que vivir es experimentar sensaciones, sentir: vivere est sentire. Esta inmediatez y la falta de esquemas heredados con los que analizar las situaciones del presente ocasionan incertidumbres sobre el futuro. La moderna teoría de la complejidad ha puesto de manifiesto que estamos insertos en sistemas inestables, en precario equilibrio, gobernados por las leyes de probabilidad, donde cambios relativamente pequeños pueden provocar una larga cadena de reacciones imprevisibles.
Parece claro que la complejidad de las sociedades contemporáneas, en sus distintos órdenes, no puede reducirse a un mero esquema predefinido. La cultura de la posmodernidad se caracteriza por la fragmentación. La caída del telón de acero, hace ya más de una década, con el declive del comunismo, no ha llevado al pretendido fin de la historia o de las ideologías. Más bien al contrario, en las sociedades occidentales se ha producido una explosión de manifestaciones culturales e ideológicas diversas. Y esta diversidad cultural ha hecho que los conflictos económicos tradicionales de las sociedades industriales hayan sido desplazados de la agenda política por nuevos conflictos culturales, que implican decisiones de gran calado ético.
Sobre estas cuestiones tan actuales y otras muchas más que no he podido si quiera esbozar en estas apretadas líneas, dan buena cuenta los jóvenes sociólogos Manuel Herrera y Antonio M. Jaime, profesores de la Universidad de Granada, en su reciente libro Sociedades complejas, publicado en la editorial Ariel. En él, encontrará el lector interesado certeros análisis sobre los diferentes subsistemas de las sociedades contemporáneas con novedosas claves de interpretación de la dinámica social.