Andalucía también está expuesta a tsunamis o terremotos de hasta siete grados, y faltan medidas preventivas que permitieran una respuesta como la de Japón
Los políticos en Andalucía no han tenido tiempo suficiente para reaccionar y pensar en las enseñanzas que hay que sacar de una catástrofe natural como la de Japón. Entra dentro de la lógica de las cosas, vienen elecciones además. Pero tampoco las sacaron de un terremoto como el de Haití, advierte Jesús Ibáñez, director del Instituto Andaluz de Geofísica.
La principal conclusión que extraen los científicos andaluces de la catástrofe de Japón tiene que ver con lo que, leyendo las crónicas de los corresponsales, parecía en un principio anecdótico: la civilidad de los ciudadanos ante la miseria.
La gente salía y no huía de los edificios. Acudían a puntos de encuentro que conocían. Ambas cosas no solo son atribuibles a la ancestral forma de ser japonesa sino a que todos habían ensayado modos de evacuación que aquí solo están en los papeles. Es decir, la ley obliga a que todas las escuelas y todos los municipios articulen planes de emergencia pero no dota de presupuesto para ello. Pocos munícipes están dispuestos a hacer ese esfuerzo «para que luego no venga el terremoto» durante su mandato, explica a las claras Ibáñez.
España tiene un riesgo sísmico moderado. Pero dentro de la Península Ibérica, la zona con más probabilidades de sufrir un terremoto de hasta siete grados de magnitud se corresponde con Granada. Los científicos no saben cuándo ocurrirá ese seísmo pero ocurrirá y para entonces habrá que estar preparados para evitar un desastre en una zona tan poblada.
La educación es lo primero. Igual que la Junta de Andalucía educa en reciclaje o en el supuesto cambio climático, Ibáñez apuesta por ir deslizando en las escuelas el mensaje de que hay que saber reaccionar ante un terremoto para que los niños lo cuenten a los padres.
Hay pocos andaluces que entren en un cine o supermercado y se pregunten dónde está la salida de emergencia sin ser tomados por alarmistas
Hay pocos andaluces que entren en un cine o un supermercado y se pregunten dónde está la puerta de emergencia. Alguien que lo hiciera incluso sería tomado por alarmista. Los japoneses sí se lo preguntan, lo saben y por eso se han salvado vidas.
Es verdad que su terremoto de 9 con su posterior tsunami es poco probable en Andalucía. Pero también es verdad, según expone este catedrático de la Universidad de Granada, que solo entre 150 y 200 muertos —de una población de ciento diez millones— están relacionados directamente con el terremoto siendo el posterior tsunami el causante de los doce mil desaparecidos. Aquí el caos podría desbordarse en caso de una tragedia que fuera incluso de menor magnitud.
Cádiz y Huelva
Aún así, ¿puede haber tsunamis en Andalucía? En el Cabo de San Vicente, en la barbilla de Portugal, pueden darse sismos de hasta 8,4 grados de magnitud, con réplicas de tsunamis en la costa de Huelva y Cádiz. Serían advertidos en el Instituto Andaluz de Geofísica, con sede en Granada que alcanza a ver hasta lo que pasa ahora mismo en Japón, pero no hay posibilidad de avisar a la población mediante alarmas como en el país nipón.
Además, hay que contar con que, en un momento de alarma, es difícil mover a gente de cultura mediterránea. «El español cuestiona todo. Por qué me tengo que ir, por qué me tengo que evacuar», critica Ibáñez que defiende invertir en prevención con la contratación, entre otras cuestiones, de más profesores en las escuelas para enseñar seguridad. Hace falta dinero, Ibáñez no sabe cuantificar cuánto aunque la «inversión es pequeña frente a los beneficios que podemos obtener» se vean éstos «ahora, con mis hijos o con mis nietos».
La construcción es la que mejor nota se lleva en esta materia. Las normas sismorresistentes aplicables en toda España hacen que los edificios sean seguros. La asignatura pendiente es la rehabilitación de los cascos antiguos de las ciudades históricas que se descuajaringarían tras un movimiento de magnitud siete. Los expertos andaluces no solo estudian qué edificios se pueden caer sino también los que no se pueden caer para establecer qué plazas pueden funcionar como puntos de emergencia donde resguardarse en caso de terremoto. «Para que un niño nazca, ha tenido que haber un hospital que aguante», señala Ibáñez.