La fuerza real de Al Qaida
POR BORJA BERGARECHE
MADRID. La operación estadounidense en Afganistán tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 obligó a la milicia talibán que controlaba Kabul a refugiarse en la frontera tribal que separa Afganistán de Pakistán, y a llevarse a su invitado de honor -Osama Bin Laden- con ellos. Desde aquellos días de desbandada bajo las bombas de EE.UU., en las cuevas que agujerean las montañas de Tora Bora, numerosos indicios sugieren la participación de Al Qaida en varios atentados en el mundo. ¿Qué queda de Al Qaida casi siete años después de su golpe más audaz?
Según un informe publicado el lunes por la red de investigación en terrorismo, Athena Intelligence, «EE.UU. ha ejercido un acoso letal sobre los yihadistas extranjeros en el territorio paquistaní fronterizo con Afganistán», donde «ha abatido a varios miembros relevantes de Al Qaida mediante el uso de drones», aviones no tripulados con un alcance de 720 kilómetros, según el estudio.
En enero, en algún lugar de esta vasta zona montañosa tradicionalmente controlada por los clanes pastunes, un misil acabó con la vida de Abu Laith al-Libi. veterano lugarteniente libio de Bin Laden. Pero, a pesar de seis años de acoso ininterrumpido, Al Qaida sobrevive, y ejerce una considerable influencia ideológica y estratégica en el universo yihadista global.
«La impresión general es que siguen vivos, se coordinan y actúan. La Al Qaida de 2008 es parecida a la organización pre-2001, pero con menos capacidades y menos vitalidad, aunque sigue siendo una amenaza para el territorio europeo», explica Javier Jordán, experto de la universidad de Granada y autor del informe de Athena Intelligence. No todos coinciden en este diagnóstico.
Un controvertido artículo del columnista de «The Washington Post», David Ignatius, se hacía eco a finales de febrero de las tesis defendidas en su último libro por Marc Sageman, ex agente de la CIA y uno de los expertos más consultados sobre yihadismo. «La amenaza de Al Qaida se autolimita, al igual que su atractivo, y el terrorismo islamista global desaparecerá probablemente por razones internas», afirma Sageman en «Leaderless Jihad». Estados Unidos, afirma, debería «dejarlo seguir su curso hasta que desaparezca».
«Potencial actor operativo»
La réplica se la dio el pasado 1 de abril otro ex agente de la CIA, Michael Scheuer, en una publicación sobre terrorismo de la prestigiosa Jamestown Foundation. «La probabilidad de que Occidente vea cómo el yihadismo se apaga lentamente es cuanto menos remota», escribe Scheuer.
Mientras algunos analistas, como Sageman, hablan de una «tercera ola» de yihadismo compuesta por grupúsculos espontáneos sin un liderazgo único, formados por aspirantes a terroristas, numerosos informes alertan sobre las capacidades letales que mantiene la llamada Al Qaida central, dirigida en algún lugar de la frontera afgano-paquistaní por Bin laden y su segundo, Ayzam Al Zawahiri.
«Al Qaida central seguirá jugando un papel relevante como movilizador y eventual actor operativo del movimiento yihadista global, pero su alcance global se encontraría considerablemente más limitado que antes del 11-S», concluye Jordán.
Se calcula que Bin Laden cuenta con varios cientos de hombres a sus órdenes, y con pequeños campos de entrenamiento en la región de Waziristán. Varios golpes policiales contra el yihadismo en Europa han encontrado conexiones entre los detenidos y Al Qaida o alguna de sus filiales regionales (como Al Qaida en el Magreb), lo que indicaría que Al Qaida es, además de una eficaz maquinaria propagandística, una organización con capacidad de ejecutar «ataques devastadores que generen pánico social» en Europa «y más concretamente, en España», según concluye el estudio.
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