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Uno de cada 25 niños reconoce ser un agresor entre los alumnos del segundo ciclo de la ESO

A la dinámica de agresión escolar se le ha dado en llamar bully. Según el trabajo de investigación realizado por Adela Durán Guzmán de la Universidad de Granada, el porcentaje de agresores es del 34%, aunque el 30,2% de la muestra consideren que lo hacen esporádicamente. La investigadora, que ha trabajado con más de 1.750 niños de colegios de Granda y su provincia; es decir, con un 10 por ciento de la población a la que se refiere el estudio, afirma: “Hemos deducido, igualmente, que hay un porcentaje de agresores-víctimas que se eleva al 10,8%. A la vista de estos resultados, consideramos preocupante la situación. Al menos hay un niño por cada 25 que reconoce ser un agresor habitual, lo cual supone que, en promedio, habrá un niño en cada clase que intimida a otros compañeros con bastante frecuencia”.

La propuesta inicial de esta investigación era, a decir de Adela Durán, “conocer la incidencia que existe en Granada y su provincia del fenómeno denominado bullying y, asimismo, averiguar los elementos o variables que inciden en la aparición y el mantenimiento de esta conducta. El fin último de este estudio, una vez determinadas dichas variables, sería que en un futuro se pudiese resolver el problema de la agresión, pues ésta no podrá eliminarse si no se conocen las variables que inciden en ella”.

En investigaciones anteriores a la desarrollada por Adela Durán. la incidencia de este fenómeno recogida por distintos investigadores se situaba entre el 20-30%. En esta investigación, sin embargo, el porcentaje de víctimas es del 23,1%. La autora de la investigación manifiesta, asimismo que “un dato que hemos encontrado diferente con respecto a otras investigaciones ha sido el porcentaje de alumnos que se sienten rechazados, ya que comprobamos que un 36,5% de los encuestados se siente aislado, aunque algunos reconozcan que este rechazo es esporádico. En cuanto a la forma de manifestación de las agresiones, ordenadas de mayor a menor frecuencia están: los insultos, las agresiones físicas, el aislamiento social y el culpar a compañeros de clase por acciones que no han cometido”.

Los alumnos que son agredidos no suelen hablar del asunto con nadie en un porcentaje del 37,5%, mientras que existe un 34% de ellos que lo comentan con los amigos. Estos datos suponen que en un 71,5% de las ocasiones existe un desconocimiento por parte de los adultos, ya que sólo un 19,7% de las víctimas comentan a sus padres o a los profesores lo que les está sucediendo. Estos datos indican que existe un desconocimiento de la magnitud de este problema. Ni los padres ni los profesores conocen quiénes son las víctimas. En cuanto al lugar donde se producen las agresiones, en la mayoría de los casos éstas se realizan dentro de la clase, seguidas de aquellas a las que a las víctimas se les agrede en cualquier sitio.

En lo que se refiere a los motivos por los que los alumnos agreden, la mayoría de los encuestados lo hacen por bromear, en un 49,2% de los casos. Otros alumnos agreden porque han sido provocados con anterioridad, en un porcentaje del 42,2%. Y la mayoría de los encuestados opina que las víctimas son alumnos normales y sólo en un 20,9% de las ocasiones el agredido presenta alguna diferencia psíquica o física con respecto al resto de los alumnos.

Según los datos de la investigación, la mayoría de las agresiones son llevadas a cabo por compañeros de la misma clase y, normalmente, son estudiantes de la misma edad. Únicamente en un 7,7% de las ocasiones los agresores son más pequeños que su víctima y en un 17% de las veces, las agresiones son provocadas por alumnos mayores que el agredido. Además, la agresión se suele producir por parte de un solo individuo en un porcentaje del 60%, frente a un 40% restante, en las que para agredir se unen varios individuos.

Al igual que en la mayoría de las investigaciones anteriores, en ésta los varones duplican la incidencia en agresión frente al sexo contrario.

Por otra parte, cuando un alumno agrede a otro, el 66,4% de los estudiantes no rechaza al agresor, el 27,5% de los estudiantes anima a que la agresión se produzca y el 6,1% restante rechaza al agresor. A estos datos hay que añadir que un 30,3% los alumnos entienden que en determinadas situaciones se agreda o incluso les parecen bien estas agresiones. Por otro lado, los agresores se sienten bien en la mayoría de las ocasiones después de cometer un acto agresivo.

“De estos resultados, señala Adela Durán, inferimos que existe un refuerzo que mantiene estas conductas agresivas. Los adolescentes presentan unas necesidades de autoafirmación, tanto personal como en el seno de un grupo, deducimos que el grupo de iguales debe estar reforzando este tipo de comportamientos. En el caso de que los compañeros no hagan nada, la autoafirmación sería a título personal, sintiéndose el agresor superior al agredido; por otra parte, si los compañeros apoyan la acción, no la rechazan, animan a que se realice, o consideran un líder a quien las realiza, se produciría una autoafirmación a nivel de grupo, ya que en estos casos es el mismo grupo quien le proporciona la prueba de su superioridad.


Referencia:Adela Durán Guzmán
Departamento de Pedagogía
Universidad de Granada
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