La Universidad de Granada trabaja desde hace varios años, a través de un grupo multidisciplinar, formado por expertos en farmacia, medicina, química, biología… sobre los efectos hormonales que produce la exposición humana a sustancias sintéticas. Este grupo de investigación estudia los disruptores hormonales o endocrinos (conjunto de heterogéneo de compuestos químicos, contaminantes medioambientales, que interaccionan con el sistema endocrino). Estos disruptores hormonales alteran el mensaje endocrino bien mimetizando la hormona y ocupando su lugar, bloqueando su acción inmediata, o bien modificando la síntesis de la hormona o del receptor correspondiente. Una acción que produce una alteración en sistema hormonal que puede tener consecuencias neurológicas o reproductivas.
Las investigaciones, que comenzaron en los años 90, se centran en varios grupos de disruptores entre los que destacan los pesticidas organoclorados (utilizados en los invernaderos de toda Europa) y que pasan directamente al agua y, por tanto, al medio ambiente. Estas sustancias, que pueden trasmitirse en la cadena alimentaria, están presentes en buena parte de las hortalizas que se venden en el mundo. Otros disruptores hormonales son el pnonilfenol que se encuentra en los plásticos, detergentes industriales, espermicidas, el Bisfenol A en epoxiresinas y policarbonatos formando parte de composites dentales, algunas botellas de plástico que se utilizan para contener agua y que son capaces de estimular el crecimiento in vitro de células de tejido mamario humano y el crecimiento uterino en ratas provocando, en definitiva, el efecto de los estrógenos naturales. Todo ello unido al caso de los fitoestrógenos como los presentes en la soja y sus derivados.
Todas estas sustancias están relacionadas tanto en los animales, como en el ser humano, con alteraciones en la capacidad reproductiva, cánceres hormono-dependientes (cáncer de mama, útero, próstata..) y son trasmitidos de forma generacional, por lo que no sólo una mujer embarazada o en periodo de lactancia puede trasmitir este tipo de dolencias. Es el caso de los DDT (usados para fabricar insecticidas) cuya utilización está siendo analizada en casos claros de cáncer de personas relativamente jóvenes.
La Universidad de Granada, inserta en este tipo de investigación, está analizando fetos de toda Europa para intentar llegar a conclusiones más o menos definitivas. Ya que como apunta, Fátima Olea Serrano, miembro de este grupo de investigación, “las conclusiones nunca son claras. Sí existe una manifestación de informes de riesgo transgeneracional (la exposición la sufren los padres y el problema lo manifiesta el hijo), pero es complicado demostrarlo. Lo que tenemos son ejemplos claros en la naturaleza como los del lago Apopka en Florida que tras un vertido accidental en 1980 la población de caimanes había descendido: las crías morían antes de los diez días y las hembras tenían anomalías severas en los ovarios y niveles de estrógenos dos veces más altos de lo normal. Los productos químicos del vertido habían alterado el sistema endocrino de los embriones limitando la capacidad de los caimanes para reproducirse”.
Un ejemplo que está muy ligado a las últimas informaciones sobre las alteraciones de moluscos de las aguas marítimas de Galicia, Cataluña o Huelva que se asocian con la exposición a tributilestaño y otros derivados del estaño utilizados como anti-algas y que tienen una actividad hormonal bien documentada.
Según los expertos, los datos epidemiológicos parecen demostrar que los desórdenes de carácter reproductivo se han incrementado durante los últimos cuarenta años (una caída próxima al 50% del contaje espermático del hombre); la relación más o menos directa entre pesticidas organoclorados y cáncer de mama, etc. Aunque la exposición a los compuestos químicos con actividad hormonal no tiene por qué tener la misma repercusión sobre todos y cada uno de los individuos, está claro que las etapas embrionaria, fetal y primera infancia son las más afectadas. Este el motivo por lo que las mujeres y sobre todo las que están en edad fértil están en el punto de mira de los investigadores. Granada por su parte analiza placentas y otras muestras de tejido humano procedentes de toda Europa para intentar encontrar relaciones directas entre este tipo de enfermedades y la exposición a los disruptores hormonales.
Para intentar solucionar este problema la Unión Europea ha puesto en marcha el principio de precaución para controlar la situación antes de que se manifieste en problema, pero para ello hay que analizar los niveles de los tests. “Es una tarea difícil y costosa si se tiene en cuenta que está previsto testar en los próximos años más de 100.000 moléculas químicas y que los tests deben investigar actividades hormonales/antihormonales muy diversas”.
Para más información: Prof. Fátima Olea Serrano.
Departamento de Nutrición y Bromatología.
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