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La lanzadera acuática

La lanzadera acuática

Se aproxima el final de la era revolucionaria de los bañadores de poliuretano en la natación, que se prohibirán a partir del 1 de enero, y casi simultáneamente aparece otra novedad que paliará el estancamiento de marcas que se avecina. En las reuniones de Estocolmo y Berlín de la Copa del Mundo, en las que se batieron 25 récords mundiales la pasada semana, se estrenaron los poyetes que incorporan una cuña de apoyo a semejanza de los tacos de salida del atletismo.

Estos podios, diseñados por Omega, implementan la técnica de salida en la que el nadador atrasa una de sus piernas para tomar más impulso. Se conoce como salida americana por estar muy extendida entre los nadadores estadounidenses y los extranjeros que pasan por sus universidades. La utilizan, sobre todo, los velocistas.

El plusmarquista nacional de los 50 metros libre, Javier Noriega, es uno de los pocos españoles que la emplean, y estrenó en competición estos poyetes en Estocolmo. «Ahí ya todos salimos con el pie atrás», señala Noriega, que aprecia una notable mejora. «Aunque antes intentabas fijar el pie con la lija del poyete, esta cuña te da seguridad y te permite impulsarte más. Saltas más lejos y a más velocidad».

Aunque la Federación Internacional (FINA) los autorizó antes de los Juegos de Pekín, no están aún homologados en su reglamento. El modelo aprobado tiene una inclinación mayor de la habitual en su plataforma (15 grados), la cuña posterior de apoyo se desplaza y, según publicita Omega, propicia que la pierna de impulso doble la rodilla 90 grados para mejorar el salto.

«Aproximadamente, incrementa la fuerza un 10%, y a más fuerza, más longitud de salto se alcanza», señala Raúl Arellano, profesor de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad de Granada y experto en la biomecánica de la natación. Arellano calcula que el empleo de la salida americana en estos poyetes supone una mejora de tres o cuatro décimas de segundo, «si se hace bien el gesto técnico», subraya. «No va a compensar lo que se perderá sin los bañadores, pero cualquier prueba se puede decidir por una décima, y de eso tiene que ser consciente todo nadador».

Los internacionales españoles tuvieron un primer contacto con el poyete de Omega en una concentración realizada en octubre en el centro de entrenamiento de La Caleta, en Tenerife, pero no están instalados prácticamente en ninguna otra piscina. Cada unidad vale 3.000 euros y sólo lo fabrican dos empresas. «Hemos pedido un par para cada Centro de Alto Rendimiento y me gustaría que en el Open de España de primavera se compitiera con ellos», adelanta el director técnico de natación, Luis Villanueva. Él tampoco cree que esta innovación tenga efectos comparables a los provocados por los bañadores impermeables, «pero es una herramienta nueva a la que hay que acostumbrarse».
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