75302 ¿Metano en Marte? La aparición de una fuente de este gas, que habitualmente está ligado a la actividad biológica, desconcierta a la NASA, que todavía no podido concretar cuál es la fuente de la emisión. Si los científicos de la agencia llevan años siguiendo la pista del agua, que se ha encontrado en varias ocasiones, para intentar determinar si existió vida en algún momento de la historia del planeta rojo, ahora se han encontrado con otro elemento ligado a la vida que sabían que existía y que se había detectado en otras ocasiones de forma indirecta, pero cuya presencia acaba de confirmar el robot Curiosity.
No fue la única sorpresa aportada por el robot, que también ha encontrado otros compuestos orgánicos en el suelo marciano después de perforarlo con su taladro. Se trata de clorobenceno y otras moléculas con carbono y cloro. Estas sustancias están libres de contaminación terrestre y parece que no las ha generado el propio rover: son realmente marcianas. Ahora habrá que investigar si su origen es volcánico, hidrotermal, atmosférico, meteorítico o biológico. Si la fuente fuera esta última, los indicios de posible vida en Marte serían cada vez mayores. Estos compuestos orgánicos bien podrían haberse formado en Marte o haber sido el resultado del impacto de meteoritos.
De todas formas, la propia NASA llama a la prudencia. «Que detectemos metano en la atmósfera de Marte no es un argumento de que hayamos encontrado evidencia de vida en Marte, pero es una de las hipótesis que podemos proponer a considerar», precisó John Grotzinger, un científico del equipo del Curiosity. Lo que más desconcierta a los científicos es el origen de la fuente de metano detectada. Los últimos datos del Curiosity parecen haber resuelto parte del misterio. Tras veinte meses de toma de muestras, el robot ha revelado que en los alrededores del cráter Gale, donde amartizó el vehículo, el nivel de este gas cambia a lo largo del tiempo, lo cual hace pensar en emisiones de una fuente cercana y desconocida.
En general, la cantidad de metano es más baja de lo que predecían los modelos. Aparece un nivel base y estable que es menos de la mitad de lo que se esperaba encontrar teniendo en cuenta los procesos de producción conocidos, como la descomposición inducida por la luz del polvo y materiales orgánicos llevados a Marte por meteoritos.
Pero, a veces, sin ninguna explicación, las concentraciones de metano se disparan, multiplicándose por diez. Esas cantidades elevadas pueden durar solo 60 días marcianos, lo que es sorprendente porque se supone que este gas tiene una vida de alrededor de 300 años.
Con los nuevos datos se abren nuevas vías de investigación orientadas a esclarecer cuáles son las fuentes que producen este gas en el planeta rojo. Una de ellas es la posibilidad de que sea algún tipo de organismo vivo, ya que en la Tierra la mayoría de su producción tiene un origen biológico. Tampoco se descarta que el gas proceda de fuentes geológicas o hidrotermales.
Lo que sí se descartó fue la posibilidad de que surgiese tras el impacto reciente de un cometa o asteroide, puesto que un objeto de este tipo mediría muchos metros y dejaría un cráter, cosa que el Curiosity no ha registrado.
Otra de las incógnitas que hay que resolver es cuáles son los mecanismos que lo hacen desaparecer con inexplicable rapidez.
Como explica Francisco Javier Martín Torres, científico de la Universidad de Granada y que ha participado en el estudio de la NASA, las incógnitas suscitadas por este trabajo son más que las respuestas que aporta. «Se trata de un hallazgo que cierra la cuestión de la presencia de metano en la atmósfera de Marte, a la vez que abre otras más peliagudas y trascendentes, como son la explicación de su origen».
Que esté relacionado con la vida no sería una opción descabellada. «Creemos que la vida comenzó en la Tierra hace unos 3,8 millones de años, y nuestros resultados muestran que zonas de Marte tuvieron las mismas condiciones en ese momento. Si la vida surgió en la Tierra en aquellas condiciones, ¿por qué no también en Marte?», se pregunta Caroline Freissinet, científica de la NASA y autora principal del trabajo.
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