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La raíces del terror

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La raíces del terror
La Universidad rinde homenaje a las víctimas del 11-M y recuerda que la miseria alimenta el odio
C. MORÁN //FOTO: RAMÓN L. PÉREZ / GRANADA

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SE llama Pilar y perdió a un hijo en los trenes de la muerte. Ella no estuvo ayer en Granada, pero sí las palabras que pronunció tras enterarse de que el terrorismo había causado una irreparable amputación en su familia. «Mi hijo era inocente. Tan inocente como los que murieron en la Guerra de Irak. Él fue de los primeros en colgar el cartel de No a la guerra». Eso fue lo que dijo Pilar después de que la goma-2 segase la vida del chaval el pasado 11 de marzo en Madrid.

La conmovedora reflexión de Pilar tuvo ayer el refrendo de destacados docentes de la Universidad de Granada que, encabezados por el rector, David Aguilar, participaron ayer por la tarde en un homenaje de la institución académica a las víctimas de la masacre.

Los catedráticos de Derecho Nicolás López Calera y Gregorio Cámara, o la profesora Mercedes del Amo -que fue la que inauguró su discurso con las frases de aquella mujer emocionalmente hundida, pero lúcida- coincidieron en que la miseria y la injusticia son un abono excelente para el odio y el fanatismo. De ahí al ejercicio del terror puede haber un solo paso. La comunidad internacional debería poner todo de su parte para que nadie lo diera.

«El 11 de septiembre en Nueva York no fue sólo una locura de unos cuantos fanáticos. Hay injusticias graves», dijo López Calera, y mencionó expresamente el conflicto entre Israel y los palestinos.

«Está claro -agregó López Calera, un pacifista radical- que al terrorismo no se le vence sólo militar o penalmente. Hay que ayudar a que los pueblos hagan la transición hacia la modernidad, que salgan de su minoría de edad», dijo.

El catedrático de Filosofía del Derecho también defendió la necesidad de caminar hacia un mundo laico, un mundo en el que todos coman «tres veces al día» para no caer en la tela de araña del odio religioso.

López Calera admitió que, aunque se limen las injusticias, seguirá habiendo terroristas, «pero serán menos», señaló, al tiempo que advertía de que «el precio de la seguridad no debe ser la libertad», recalcó el catedrático de la Facultad de Derecho.

Estadísticas heladoras

En la misma línea, la profesora Mercedes del Amo hizo demoledoras radiografías de lo que ha supuesto la intervención de los ejércitos de George Bush -«y sus adláteres»- en Afganistán e Irak. El resumen podía ser el siguiente: nada queda de lo poco bueno que había en esos países. La marea del caos lo impregna todo.

Del Amo se apoyo en heladoras estadísticas: 15.000 muertos en Irak -8.000 de los cuales serían civiles-; no hay agua ni electricidad; los saqueadores campan a sus anchas; el 90% de los niños están desnutridos; el 95% de las embarazadas padece anemia; las soldados estadounidenses son violentadas por sus propios compañeros -la razón: en Irak no hay prostíbulos-…

Antes de ofrecer los porcentajes del desastre, la profesora había servido de altavoz a Pilar, la mujer que perdió a su hijo el 11-M, y había rescatado una sentencia magistral del añorado Manuel Vázquez Montalbán. El escritor catalán, que falleció hace unos meses, dijo en una ocasión que, en tiempos de oscuridad y confusión, él siempre se ponía del lado de las víctimas, que es la mejor forma de no equivocarse.

Fue lo que hizo Pilar cuando supo que jamás volvería a ver vivo a su hijo. Se colocó en el bando de las víctimas, en el bando de su hijo, pero también en el de los civiles iraquíes -niños, ancianos…- que perecieron bajo las bombas de Bush.

Todos ellos eran inocentes. Lo dijo Pilar frente a los restos humeantes y silenciosos de los trenes de la muerte.

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