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Una denuncia de los vecinos impide las ‘performance’ de los alumnos de arquitectura

El proyecto: «devolver» el barrio del Albaicín a sus vecinos, con varias ‘performances’ de los alumnos de arquitectura señalando las carencias en materia urbanística de esta zona clave de Granada, protegida por la Unesco. El fracaso: que los propios vecinos han denunciado las actividades de los estudiantes y la Policía Local les ha pedido que retiren sus instalaciones de diversos puntos clave del barrio.

El ejercicio, dirigido por los profesores de la Universidad de Granada (UGR) Ramón Fernández-Alonso y Eduardo Martín, se había repetido en años anteriores en diversos puntos de la ciudad, Alhambra incluida. Los alumnos de la asignatura ‘Proyectos IV’ debían reflexionar sobre las carencias de una determinada zona y realizar varias instalaciones en el lugar para interactuar con los vecinos y llamar la atención sobre los problemas que allí encontraban.

En el caso del Albaicín, el barrio histórico y turístico por excelencia de la ciudad, resaltar su escasa ‘urbanización’, lo ajeno que se ha ido volviendo al centro de Granada, pese a tenerlo a dos pasos, por la mala accesibilidad y las continuas disputas sobre su destino. Como señalaba el profesor Fernández-Alonso «como el exceso de protección ha impedido avanzar al barrio en algunos aspectos, aislándolo».

Martín lo desarrolla más: «En el Albaicín faltan espacios públicos de convivencia. En Granada, en general, a lo largo de los años, se ha adaptado a los coches, rompiendo zonas. En el caso concreto de este barrio, se ha hecho demasiado turístico, demasiado cerrado, y mientras se habla de celebrar el Milenio de Granada, la ciudad se olvida de donde nació».

Los proyectos de los alumnos, 60 estudiantes de arquitectura de la UGR, iban desde conectar dos antiguos aljibes para ‘recuperar’ el tiempo en que las acequias llevaban el agua por el barrio hasta ‘tapiar’ con telas algunas calles o «ocultar» los coches en otras, como en la Plaza de San Nicolás, para señalar como podría interactuar los espacios con un colegio público cercano. Cada instalación iba a comenzar a una hora en punto entre las 11:00 y las 23:00 horas.

Pero a mediodía, con la calle Pagés partida en tres por varias telas que simulaban tapias, una patrulla de la Policía Local informó a profesores y alumnos de que tenían que marcharse. La Asociación de Vecinos había denunciado la ‘invasión’, y dado que no habían pedido permiso &emdash;las instalaciones buscaban ser «espontáneas»&emdash;, no quedaba sino disolverse. En el tintero han quedado el río artificial y al menos la mitad de los ejercicios de la clase.

Martín resume: «No nos queda sino marcharnos, porque la Policía tiene razón. Pero es significativo del problema que tiene el barrio. Las instituciones discuten, las asociaciones discuten, pero no se llega a un punto medio. En cuanto alguien se planta, ya no se puede hablar del Albaicín».

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