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Una fiesta del pensamiento

Celebrado con discreción mediática, se celebró en La Habana el Congreso Internacional de Estudios Culturales, Interdisciplinarios y Trasatlánticos, evento liderado por el poeta y escritor peruano Julio Ortega, profesor titular y director del Departamento de Literatura Iberoamericana de la Universidad de Brown.

Auspiciado esta vez por la Universidad de Granada (España) y el Grupo de Estudios Trasatlánticos de la Universidad de La Habana, el Congreso fue bien acogido por diferentes universidades cubanas e instituciones como el Instituto de Literatura y Lingüística, o el Centro Juan Marinello, entre otros.

Escritores, historiadores, arquitectos y profesores universitarios de tres continentes, se encontraron en la capital para debatir, dialogar y confraternizar durante tres días en cuatro salones del hotel Habana Libre Tryp, con 140 ponencias repartidas en cuarenta sesiones de trabajo.

¿De qué hablaron? ¿Cuáles fueron sus temas de investigación? ¿Qué problemáticas de la literatura contemporánea les ocupó? ¿Qué les asombra? ¿Con qué se solidarizan?

Hubo desde estudios exhaustivos sobre la obra de escritores como Leonardo Padura, Cabrera Infante, Sarduy, Carpentier, Lezama Lima, Piñera, José Kozer y Abilio Estévez, a temas como Afrodescendencia y etnicidad en el imaginario de la Cuba colonial, El español de Cuba, Diáspora y religión, El viaje como memoria cultural, Narrar la ciudad, Destinos de la transculturación, Tricontinental: una perspectiva cubana sobre la Guerra Fría, Nuevos medios, nuevas mediaciones…

La Universidad de Brown se presentó con El postpolicíaco en dos orillas: el narcowestern, el cybernoir y otras nuevas experiencias de la narrativa criminal en México y España. La alemana Claudia Hammerschmidt, de la Universidad Friedrich Schiller, de Jena, rindió un homenaje a Guillermo Cabrera Infante con Una estética de la ausencia o La Habana vista desde Londres, un ejercicio de la melancolía del retorno imposible. Narrar la ciudad, para la arquitecta brasileña Mylene Goudet, era disertar sobre Carpentier, Lezama y Sarduy como «mosaicos arquitectónicos literarios en las ciudades de Latinoamérica».

Llamaron la atención las tres ponencias dedicadas a la escritura carcelaria de la ficción en Cuba; el análisis de los blogs como ¿nueva literatura testimonial?, y El impacto lingüístico de la mensajería celular.

El Atlas Lingüístico del país de Martí, aún en proceso editorial, y el espacio dedicado a Padura, abundaron en novedades. Pero la investigación de Carmen Scocozza (Universidad Católica de Colombia-Università degli Studi di Salerno) aún no terminada, en su búsqueda por archivos de la ex-Unión Soviética y de Latinoamérica, promete ser una valiosa contribución al estudio de la Guerra Fría, desde un punto de vista inédito: desde el lado de acá, dejando las polaridades USA-URSS en otro nivel. ¿Fue la guerra de Angola una forma de extender la misma? ¿Qué hacía Cuba en esa guerra? Esa pregunta es un enigma aún para los historiadores.

Así, pues, hubo en el evento palabras que construyen conocimiento, agudas precisiones, no simple ornamento, y otras que pretendieron velar y olvidar. Se lucieron las universidades europeas y norteamericanas.

Las cubanas, por su parte, no quedaron a la zaga, pese a las conocidas limitaciones —ausencia de viajes de intercambio profesional, casi nulo acceso a internet—. Hubo jóvenes talentos junto a otros consagrados, tanto en los estudios literarios —Tres generaciones de poetas cubanos, 80, 90 y 2000, Reina María Rodríguez—, como antropológicos e históricos —Narrar desde la sombra, Caridad Tamayo.

Para los cubanos, más que un evento académico, fue una fiesta del pensamiento: del pensar diferente.

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