The Conversation | Autor de la Universidad de Granada: Catedrático de Ecología, Universidad de Granada.
Autores de otras instituciones: Raquel Juan Ovejero. Investigadora postdoctoral, Universidade de Vigo // José Ignacio Querejeta Mercader. Investigador Científico CSIC, Ecología y ecofisiología forestal de ecosistemas mediterráneos, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC).
Lograr la restauración ecológica en un área tan grande como China antes de 2030. Este es el objetivo del Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), una iniciativa mundial para recuperar ecosistemas degradados y luchar contra el cambio climático. De paso, nos garantizaría un mejor acceso a agua y a alimentos, y también más biodiversidad.
En este contexto, han surgido muchos proyectos de restauración forestal, como la Iniciativa del Billón de Árboles, que busca plantar una enorme cantidad de ejemplares en todo el mundo. Sin embargo, lo más importante no es solo plantarlos, sino asegurarse de que sobrevivan y crezcan fuertes. Para ello, es fundamental elegir las especies adecuadas para cada lugar y asegurarse de que puedan resistir al cambio climático.
Un reto para los bosques mediterráneos
En el área mediterránea, el aumento del calor afecta tanto a los bosques naturales como a los plantados. Con menos agua y temperaturas más altas, los árboles tienen dificultades para hacer su trabajo, como almacenar carbono, mejorar la calidad del aire y reciclar nutrientes del suelo.
Si no tomamos medidas frente al cambio climático provocado por el ser humano, estos problemas podrían empeorar y llevarnos al decaimiento y muerte de los bosques, con el consiguiente deterioro de recursos naturales esenciales para nuestra supervivencia y bienestar.
Los árboles mediterráneos viven mucho tiempo, pero les cuesta ajustarse a la rapidez con la que están ocurriendo los cambios ambientales. Cuando hay poca agua y hace mucho calor, generalmente cierran sus estomas (pequeños poros en las hojas que les permiten asimilar el carbono atmosférico mediante la fotosíntesis). Hacerlo les ayuda a no perder agua, aunque las hojas tienden a sobrecalentarse y los árboles tienen dificultades para hacer la fotosíntesis. Si no pueden llevar a cabo adecuadamente este proceso por el cual convierten la luz del sol en energía y azúcares para crecer, no pueden mantenerse saludables ni crecer como deberían.

Además, los árboles necesitan nutrientes que obtienen del suelo (como el fósforo, el nitrógeno y el potasio) para sobrevivir. El nitrógeno favorece la fotosíntesis y crecimiento, el fósforo les ayuda a usar la energía obtenida y el potasio controla el agua dentro de las células de la planta.
Sin ellos, no pueden crecer bien. Cuando se cierran los estomas como consecuencia de la escasez de agua, se reduce el flujo de nutrientes desde el suelo hasta las hojas, lo que disminuye aún más el crecimiento de la planta e incrementa la probabilidad de muerte ante un clima más seco.
Por eso, cuando se eligen árboles para proyectos de restauración forestal en ecosistemas mediterráneos propensos a la sequía y con suelos de baja fertilidad, resulta clave seleccionar aquellas especies que puedan resistir la escasez de agua y nutrientes, lo que garantizará su éxito a largo plazo.
Experimentos de jardines comunes
Los experimentos de jardines comunes son espacios donde se cultivan distintas especies o ejemplares de diferentes procedencias geográficas bajo idénticas condiciones de clima y suelo. Son importantes porque nos ayudan a estudiar cómo responden las plantas a problemas como la falta de agua o nutrientes, bajo condiciones ambientales homogéneas.
Además, pueden establecerse en lugares con condiciones climáticas similares a las que se esperan para otras regiones como consecuencia del cambio climático; por ejemplo, zonas más secas y cálidas de lo que suele ser habitual para las especies de estudio. Esto nos permite entender cómo los ecosistemas podrían afrontar los nuevos escenarios.
En Granada, hemos realizado varios experimentos en jardines comunes para estudiar cómo los pinos y las encinas, que son árboles muy importantes en los bosques de la región mediterránea, se ajustan a condiciones extremas.
Concretamente, plantamos árboles jóvenes de distintas especies o procedencias geográficas, los dejamos crecer bajo condiciones ambientales idénticas y, tras varios años, tomamos muestras de sus hojas y medimos su crecimiento para evaluar su supervivencia y desarrollo.
En uno de estos ensayos, plantamos cuatro especies de pinos autóctonas de la península ibérica en una zona que simula las condiciones climáticas que se pueden esperar para regiones de media montaña mediterránea en las próximas décadas. Elegimos el pino carrasco, el pino piñonero, el pino albar y el pino laricio.
Encontramos que los pinos albar y laricio sobrevivían mucho mejor cuando los regábamos durante el verano. Sin embargo, no aprovechaban bien el agua y mostraban déficit de nutrientes en sus hojas.
Por el contrario, el pino carrasco fue mucho más resistente frente al estrés hídrico estival que las demás especies, pues lograba alcanzar un estado nutricional adecuado sin necesitar riego. Esto nos confirma que es una excelente opción para proyectos de restauración forestal en las zonas más secas y cálidas del Mediterráneo bajo el actual escenario de cambio climático provocado por el ser humano.

Encinas resistentes
En otro experimento, plantamos en un jardín común 240 plantas de encina originarias de cuatro regiones de la península ibérica con climas diferentes (más fríos y húmedos o más secos y cálidos).
Nos sorprendió ver que estos árboles tienen una gran capacidad para afrontar condiciones climáticas extremas, independientemente de su origen geográfico, gracias a su gran capacidad para regular cuánta agua usan y cuánta pierden a través de los estomas de las hojas.
Además, descubrimos que el fósforo es un nutriente muy importante para las encinas, ya que les ayuda a usar el agua de manera más eficiente y a crecer más. Por eso, proponemos usar fertilizantes de fósforo en proyectos de restauración forestal de zonas secas con suelos de baja fertilidad para ayudarlas a afrontar mejor al cambio climático.

Experimento en jardín común con encinas. Raquel Juan Ovejero et al.
Más allá de plantar
Estos experimentos nos enseñaron que no basta con plantar árboles en grandes cantidades. Es fundamental seleccionar adecuadamente las especies, variedades y procedencias geográficas que mejor se adapten a cada entorno. Así, garantizamos que los árboles plantados hoy puedan crecer sanos y fuertes en el futuro, contribuimos a restaurar los bosques del Mediterráneo y ayudamos a afrontar los retos del cambio climático.