The Conversation | Autor: Jesús Ruiz Espigares. Estudiante predoctoral, Universidad de Granada
Imagine que logra apagar un incendio forestal tras mucho esfuerzo. Parece que todo ha terminado, pero el fuego vuelve a brotar desde el suelo días después. ¿Qué ha ocurrido? Había brasas escondidas, invisibles pero activas, esperando el momento justo para arder otra vez.
En el cuerpo humano puede pasar algo parecido con ciertos tipos de células tumorales. Aunque los tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia parezcan haber eliminado el cáncer, algunas células muy especiales pueden quedarse ocultas, sin hacer ruido, hasta que un día vuelven a encender el fuego. Son las células madre cancerígenas, el corazón del tumor y, a menudo, la principal amenaza.
Las arquitectas invisibles del cuerpo
Las células madre son una especie de “todoterreno” biológico. Pueden dividirse tanto para generar copias de sí mismas como transformarse en células especializadas, según lo que el cuerpo necesite.
Existen diferentes tipos. Las embrionarias, por ejemplo, tienen un potencial enorme, pudiendo dar lugar a cualquier tipo celular del organismo. En cambio, las adultas viven en tejidos como la piel, la médula ósea o el intestino, y se encargan de mantener y reparar esas zonas durante toda la vida.
Gracias a ellas, nuestro cuerpo se renueva constantemente. Sin estas células, la sangre no se regeneraría, la piel no sanaría y el intestino no podría restaurar su mucosa.
Tanto es su potencial que las células madre han abierto la puerta a nuevas terapias. Mediante su uso, se busca restablecer tejidos dañados o tratar enfermedades que hasta hace poco parecían imposibles de abordar.
Pero, como ocurre a veces en la biología, algo con tanto potencial también puede desviarse de su camino.
Cuando la regeneración se vuelve contra nosotros
Las células madre cancerígenas se parecen mucho a las células madre sanas, pero tienen una diferencia crítica: están aliadas con el tumor. Son pocas, pero tienen un poder inmenso. Pueden generar nuevas células tumorales, adaptarse a su entorno e incluso resistir a muchos tratamientos.
¿De dónde vienen? Aún no está claro del todo. Puede que se trate de células madre sanas que han mutado o células tumorales que han “reaprendido” a comportarse como células madre. En cualquier caso, parecen tener acceso a una especie de “manual interno” que les permite sobrevivir en condiciones extremas, pudiendo entrar en estado de latencia, resistir los efectos de la quimioterapia o radioterapia y reactivarse más adelante.
Nuestras protagonistas también explican por qué un mismo tumor contiene diferentes tipos celulares, complicando más si cabe la respuesta a los diferentes tratamientos. Es como si dentro del tumor hubiera toda una sociedad celular, con las células madre cancerígenas en el centro organizando el caos.
La semilla de la recaída y la metástasis
Los tratamientos contra el cáncer están pensados, en su mayoría, para eliminar las células que se dividen rápido. Y eso, por lo general, funciona bien con la mayor parte del tumor.
Pero las células madre cancerígenas juegan a otra cosa: muchas de ellas se dividen muy despacio o directamente “hibernan”, lo que las hace casi invisibles a la quimioterapia y la radioterapia.
Esta característica, que parece una debilidad, es en realidad una estrategia de supervivencia. Se quedan en un segundo plano mientras el tratamiento actúa y reaparecen cuando todo ha pasado. Esto explica por qué algunos tumores que habían desaparecido aparentemente por completo vuelven meses o incluso años después.
Como explica el investigador Robert Cho, de la Universidad de Stanford: “Puedes pasar por un gran jardín con un cortacésped, pero las malas hierbas volverán a crecer a menos que elimines las raíces.” Y eso es, precisamente, lo que hacen las células madre cancerígenas: actuar como raíces escondidas que, si no se eliminan, volverán a generar el problema.
Además, por si fuera poco, estas células pueden abandonar el tumor original, viajar a través de la sangre o la linfa y colonizar otros órganos. Cuando encuentran el entorno adecuado, forman un nuevo tumor. Este proceso, denominado metástasis, convierte a las células madre cancerígenas en las principales responsables de la recaída y del mal pronóstico en muchos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata o cerebro.
Reprogramar el cáncer: cómo desactivar sus órdenes desde dentro
Como hemos visto hasta ahora, estas células resultan difíciles de eliminar. Pero no solo eso: también son increíblemente adaptativas. De ahí que muchos investigadores se estén centrando no en destruirlas directamente, sino en hacer que cambien su comportamiento.
Una de las estrategias más prometedoras consiste en interferir con sus rutas moleculares internas. Las células madre cancerígenas dependen de señales específicas para mantenerse en su estado “madre”, como las rutas llamadas Wnt, Notch o Hedgehog. Si se logran bloquear estas señales, las células pierden su capacidad de autorrenovarse y se vuelven más vulnerables.
Otra línea de investigación se basa en obligarlas a “diferenciarse”, es decir, convertirlas en células tumorales comunes que ya no tienen ese poder regenerativo. Estas células diferenciadas son mucho más fáciles de eliminar con los tratamientos tradicionales.
También se están explorando formas de sacarlas de su estado latente. Hacer que “se activen” puede parecer contraproducente, pero en realidad permite que sean detectadas y atacadas antes de que generen un nuevo tumor.
Terminar de apagar las brasas
En esta era de la medicina, la lucha contra el cáncer no solo se basa en detectar un tumor y eliminarlo. El reto está en ir más allá, en entender cómo se mantiene vivo, cómo se adapta y, sobre todo, cómo evitar que vuelva. Las células madre cancerígenas han cambiado por completo nuestra manera de ver el cáncer. Ya no lo entendemos como una masa uniforme, sino como un ecosistema que evoluciona, se protege y se esconde.
Apagar esas brasas invisibles no es fácil, pero si logramos entenderlas bien, si aprendemos a anticiparnos, a bloquear sus rutas y a eliminar su raíz, estaremos más cerca de una medicina que no solo trate el cáncer, sino que evite que vuelva a aparecer.