Amelina Correa desmonta el mito de Alejandro Sawa

Amelina Correa desmonta el mito de Alejandro Sawa

La ganadora del Premio Domínguez Ortiz de Biografías profundiza en la personalidad de un \’mártir\’ de la bohemia

Cuentan los testimonios sobre Alejandro Sawa que éste poseía una figura «tan singularmente hermosa» que habría dado al autor el derecho «de no tener otros méritos para merecer ya la admiración». Pero el sevillano acompañó esta prestancia de una actitud y una biografía fascinantes: fue apóstol del simbolismo, partícipe de un París donde nacía la literatura moderna, amigo de Verlaine y de Darío. Encarnó la bohemia hasta convertirse en un mártir de la causa: murió en la miseria, ciego y con la razón perdida, víctima de una encefalitis, e inspiró a Valle-Inclán, conmovido con su «final de un rey de tragedia», el personaje de Max Estrella.

La profesora Amelina Correa, especialista en el rescate de voces malditas de la literatura, se propone en Alejandro Sawa. Luces de bohemia (Fundación José Manuel Lara) «despojar al mito de su gabán bohemio». La investigadora, que ganó el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías con este libro, ha intentado «ser rigurosa» -una meta para la que se ha servido de una documentación exhaustiva- pero también ha escrito «desde la pasión» que siente por Sawa, en el que lleva trabajando «desde 1989».

En su obra, Correa desmonta algunas leyendas que se vinculan a Sawa, como ese episodio que circuló sobre el autor de Declaración de un vencido que aseguraba que había dejado de lavarse la cara tras haber recibido un beso de su admirado Victor Hugo. «Le fastidiaba mucho que se dijera eso, porque incluso en la indigencia, Sawa cuidó siempre mucho su aspecto», señala la autora, quien también corrige «esa impresión de vago que se tiene sobre él, algo que no es cierto pues escribió más de cien artículos».

Pese a que Correa nunca expresa ninguna valoración moral sobre los personajes que retrata, las conclusiones que saca el lector sobre Rubén Darío no son precisamente positivas. El autor de Prosas profanas nunca responderá a las estremecedoras peticiones de ayuda que le enviará un enfermo Sawa, a quien, para colmo, Darío debe un dinero que no parece dispuesto a pagar. «El remordimiento hará que, tras la muerte de éste, Darío escriba un prólogo a Iluminaciones en la sombra. Pero también hay que decir a su favor que si Darío no lo visitó, o no fue al velatorio, es porque tenía pánico a la muerte», apunta la especialista. Valle-Inclán, en cambio, «demostró un afecto inmenso por Sawa. Trató de ayudarlo en todo lo que pudo, impulsó la publicación de su libro póstumo y se sabe por sus cartas que se preocupó por la viuda de su amigo», desvela la profesora de la Universidad de Granada.

Sobre el personaje que inspiró este «andaluz hiperbólico», Max Estrella, cuya trascendencia acabó difuminando el verdadero perfil de Sawa, Correa cree que «las representaciones que se hacen de la obra de Valle-Inclán nos muestran a un Max Estrella envejecido , mal vestido, algo que no concuerda con la realidad». El modelo original «murió a los 47 años y siempre cuidaba su vestuario», matiza la investigadora. Sawa, como describe la biografía, siempre mantuvo una rara elegancia: cuando lo visita Rafael Cansinos Assens, en los últimos días en que la enfermedad hace presagiar el fatídico desenlace, lo encuentra envuelto en unas sábanas porque ha empeñado su ropa en el Monte de Piedad. Y sin embargo, sostiene Cansinos, «mostraba el gesto arrogante de un césar. Sus rasgos de estatua clásica contribuían a la impresión».
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Sawa, el bohemio irreductible

Sawa, el bohemio irreductible

Amelina Correa presenta \’Alejandro Sawa. Luces de bohemia\’, Premio Domínguez Ortiz de Biografías, donde rescata la figura del escritor en el que se inspiró Valle-Inclán para su personaje de Max Estrella

Eran ángeles caídos, nobles fracasados, Ícaros zarrapastrosos. El tránsito del siglo XIX al XX fue un semillero de autores \’raros\’ y condenados al olvido. De ahí ha rescatado a Alejandro Sawa la profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa. «Una de las constantes de mi vida como escritora ha sido la recuperación de autores considerados fuera de la norma, algo que he hecho siempre desde la pasión por el personaje biografiado», explica la autora de Alejandro Sawa. Luces de bohemia (Fundación Lara), premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2008.

Sawa pasó a la historia de manera transversal, como el hombre en el que se inspiró Valle-Inclán para crear el personaje de Max Estrella de Luces de Bohemia. «Siempre ha sido considerado como el representante típico de la bohemia heroica, esa bohemia químicamente pura que luchará contra todas las adversidades confiando siempre en la divisa azul del arte», resalta Correa.

Sawa nació en Sevilla y se \’enganchó\’ al mundo de las letras en Málaga, antes de aventurarse en el Madrid «finisecular de la Gente Nueva» y con una trascendental escapada al París del cambio de siglo. De allí regresó «a ese mismo Madrid mísero y hambriento para ser conocido en los cenáculos de la \’Santa Bohemia\’ como un afrancesado, a comentarse su parecido físico con Alphonse Daudet, al que adaptaría y traduciría, y a glosarse en las \’misas poéticas\’ en torno a la figura del desaparecido Paul Verlaine por los cafetines y tertulias del foro madrileño tal y como lo recreó Manuel Machado». Y como personaje de sí mismo, Don Latino de Hispalis exclama en Luces de Bohemia que Max Estrella es «el Víctor Hugo de España». Según Correa, «otra característica que le acompañó desde sus inicios en el mundo de la literatura fue su veneración por el autor de Los Miserables». De ahí el homenaje de Valle-Inclán.

Y ahora que se acerca el centenario de la muerte de Alejandro Sawa -el 3 de marzo de 2009, Amelina Correa opina que su principal aportación es que «ahora podemos afirmar sin lugar a dudas que queda mucho por decir de él». «Por lo pronto», continúa la investigadora, «acerca de la perpetuación de una serie de leyendas en torno a él, desmentidas en su momento, pero que se han ido reiterando para conformar su propio universo existencial en torno a una sola palabra: bohemia».

En este sentido, Alejandro Sawa. Luces de bohemia pretende ser el punto de arranque para el rastreo en profundidad de su vida novelesca, pero no la novelada. «Se necesita una perspectiva diferente y más enriquecedora sobre el autor y más cercana a esta etapa crucial en la historia de los movimientos políticos, las opiniones y juicios sobre España y las publicaciones periódicas de distinto signo que le tocó vivir», profundiza Correa para resumir a continuación el origen último de su libro: «Nace por la necesidad terapéutica de despojar al mito de su gabán bohemio». Y lo hace el propio Sawa, «descubriéndose ante los demás, ante sí mismo, ante un público aficionado a la historia literaria y ante los estudiosos en la materia, que no son precisamente pocos, descartando de una vez las informaciones caducadas sobre él», señala la autora.

En cuanto a su \’flechazo\’ literario, Amelina Correa destaca entre sus hallazgos el profundo amor que el escritor profesó a su mujer, Jeanne Poirier, «la Santa Juana de sus días postreros», y a su hija Helena. «Alejandro se muestra en todo momento extremadamente dulce con su pareja, la llamará \’mi amor inmortal\’, y llevará siempre las fotografías de ambas como si fueran reliquias». De hecho, antes de morir, se casó con su \’santa\’. «Sawa parecía encarnar ese personaje lleno de grandeza y de dolor que expía su delito sometido a un destino trágico. Inteligente y brillante, no consintió nunca en taparse con cera los oídos, ni aún cuando presentía su nave próxima a encallarse en las rocas», continúa con admiración su última biógrafa.

Así, este «cultivador de lo bello», el hombre de las deudas perpetuas, de los casinos, fue «apasionado hasta la extenuación, con un fuerte espíritu de denuncia social con una actitud insobornable». Lo reconoció él mismo: «Los periódicos se asustan de algo que hay en mis escritos y que yo no quiero tachar». Y no se emborronó.
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Ejercicios de redacción

Ejercicios de redacción

¿La menos fiable crítica del mundo se hace hoy en las universidades? En lo que se refiere a la literatura actual, a la estrictamente contemporánea, no parece demasiado aventurado afirmar que sí. Al menos si hablamos de poesía, que es lo que mejor conozco. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en Deshabitados, la antología de poesía última que acaba de publicar Juan Carlos Abril.

No pretende ser «una antología al uso, que hay ya bastantes en el mercado, y muy parecidas», afirma en la introducción. Poetas nacidos entre 1971 (Julieta Valero) y 1985 (Elena Medel) se reunieron en un congreso en la Universidad de Granada el año 2007. Posteriormente se les solicitó que realizaran «una redacción» sobre sus inicios como poeta, lecturas e influencias (el texto completo se reproduce en la página 42 y no es precisamente un modelo de redacción). Esos textos, completados con algunos poemas (a menudo prescindibles), conforman el volumen.

Abraham Gragera se limita a copiar unas páginas de Santayana sobre Lucrecio. Alberto Santamaría es el más teórico de todos los colaboradores; entre sus abstractas reflexiones sobre lo sublime (es doctor en filosofía y ha dedicado un libro al tema), sorprende una escueta afirmación: «No puedo negar en este punto que la poesía de José Hierro ha sido para mí, desde el principio, un modelo poético a seguir».

Ana Gorría glosa cada uno de sus poemas con unas breves líneas en prosa: «La palabra poética (no es una idea nueva y mucho menos mía) es cicatriz, cauterización de la propia existencia».

Andrés Navarro, licenciado en arquitectura, afirma: «No me atrevo a decir que en España la poesía española esté sobrevalorada, pero sí que hoy en día leo más poesía extranjera que española». Alude luego a la «atmósfera feudal» que aquí se respira, a la «paulatina supresión de matices» que ha caracterizado las dos últimas décadas españoles, y un ejemplo de ello sería reducir los registros poéticos «a las categorías de enigma y transparencia». Elude los nombres propios, según mala costumbre de los críticos apocalípticos.

Antonio Lucas se refiere a la dificultad de encontrar un marbete generacional para los nacidos entre 1968 y 1980; a su poesía le pide lo mismo que le pide a la música: «No necesariamente entenderla, pero sí comprender de su interminable capacidad de invención, de conmoción». Para Carlos Pardo «el proyecto posmoderno de disolución del sujeto parece especialmente acorde con el moderno mundo del mercado». Elena Medel no incurre en la pedantería de sus compañeros. Con un tono autobiográfico, a ratos deliberadamente ingenuo, afirma que la poesía es para ella una «necesidad» y termina: «Podría vivir sin escribir. No podría vivir sin leer».

A las anécdotas autobiográficas, les añade Fruela Fernández una cáustica enmienda a la totalidad: «Cuando alguien escribe (y es tan frecuente ahora) que la crítica española está anticuada y fuera de lugar, suelo pensar en Fulano, aquel crítico por vocación (y poeta solo aproximado), tan tierno él en su acomplejada cascarilla de universidad y de suplemento, y me digo que no es la crítica, sino el país, y que los críticos son a todo eso como los temblores de las manos al párkinson: síntomas. Mientras la zona más visible de la literatura -la universidad, los suplementos, las revistas, los catálogos de las editoriales importantes, los premios- esté controlada por una mayoría de escritores, críticos y profesores reaccionarios, la cosa pinta mal, como Magritte».

Guillermo López Gallego comienza afirmando: «Me veo en el apuro de escribir una poética». Y un poco más adelante incurre en el consabido tópico: «Tampoco estoy muy seguro de la utilidad de escribir poéticas». No me parece que el lector necesita mucho más para saltarse sus prescindibles divagaciones.

Josep M. Rodríguez nos ofrece sus «Memorias de un lector», correctamente escritas, sin pedanterías ni salidas de tono, algo que no resulta muy común en estos «ejercicios de redacción»: «La poesía que me interesa habla de mí. La leo en Rilke, Pound, Vinyoli y en el resto de los autores con los que me identifico».

Para Juan Andrés García Román el acontecimiento fundamental de su iniciación literaria ocurrió a los diecinueve años cuando, en la biblioteca de la Universidad de Heidelberg, toma en sus manos «aquel volumen rojo de Poesía completa de Fernando Pessoa» que es para él «el comienzo de todo; la voz de Álvaro de Campos, porque curiosamente aún no amaba a Rilke como ahora y a Hölderlin lo había leído todavía sin comprenderlo demasiado».

Juan Antonio Bernier, acorde con su poesía desasidamente minimalista, escribe una serie de notas discontinuas y algo imprecisas: «Ya no puedo ser un poeta popular. Es tarde, he leído demasiado. Pero sí un poeta culto con gusto por la poesía tradicional: un poeta de cancionero».

Para Julieta Valero el poema es «espacio de momentánea expresión de una identidad que se reconoce de entrada (y hasta sonriendo) como algo mutilado, pues no hay tiempo ni espacio para realizar todas las posibilidades del ser». Marcos Canteli menciona a sus amigos asturianos: «Se está mejor en la topera cuando se sabe de otros topos: Fernando Menéndez, Hermes González, Alfonso Fernández García, Jordi Doce, José María Castrillón, Jaime Priede. Compartida ceguera, a tientas por el laberinto de un aprendizaje fundamental, no solo de la escritura, sino también de la amistad, de la creencia en lo colectivo y del tajo de su evolución». Para Mariano Peyrou «quien habla en el texto no es un sujeto, real o ficticio, sino un lenguaje», la poesía sería así «una crítica de la praxis lingüística».

Miriam Reyes, poeta del cuerpo (»Mi vientre es mi mundo interior», comienza uno de sus poemas), coincide con Elena Medel cuando afirma vivir la escritura «como una necesidad»: «Escribo porque cuando no lo hago estoy como muerta».

Rafael Espejo recurre a inventarse un heterónimo, el «poeta, comediante y filósofo» Rosendo Palma, y eso le permite darle un tono vagamente humorístico a sus elucubraciones.

Las páginas autobiográficas de Yolanda Castaño son quizá lo más interesante del volumen. Su manera de hacer de la poesía, además de una forma de vida, una profesión, de relacionarla con otras artes (fundamentalmente con las artes del espectáculo), está contada con inteligente pasión, con desarmante sinceridad.

La introducción de Juan Carlos Abril (que también se incluye a sí mismo como poeta en la antología) ejemplifica las dificultades de un estudio académico de la literatura más reciente. La alusión a polémicas periodísticas se entremezcla con conceptos teóricos no bien digeridos y con generalizaciones abusivas: «La crítica literaria española, acostumbrada a comprender con bastante facilidad una poesía figurativa -y sin rugosidades- ha hecho tabula rasa respecto a todo lo que no se entiende, denominándolo como irracional». ¿También Miguel Casado, Andrés Sánchez Robayna, Túa Blesa, Rafael Núñez Ramos, Jenaro Talens, Jaime Siles?

Pero la confusión conceptual y la continua imprecisión no son lo más censurable. A Juan Carlos Abril, poeta, crítico, profesor universitario, le costaría aprobar un examen de redacción.
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Inauguración V Jornadas de Voluntariado Universitario

Inauguración V Jornadas de Voluntariado Universitario

Mañana miércoles 26 de noviembre, a las 10,30 horas en el Aula Magna de la Universidad de Almería, tendrá lugar la inauguración de las V Jornadas de Voluntariado Universitario.

Dichas Jornadas comienzan con el acto de inauguración y a continuación con la conferencia «Juventud y valores» impartida por Jaime Andreu Abela, Profesor de Sociología en la Universidad de Granada, Presidente del Colegio Andaluz de Licenciados y Doctores de CC.PP. y Sociología y autor del Informe Juventud en España del INJUVE.

CONVOCATORIA A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN:

Inauguración V Jornadas de Voluntariado Universitario. Universidad de Almería. Miércoles, 26 de noviembre.

Hora: 10,30 horas.

Lugar: Aula Magna de la Facultad de Humanidades. Universidad de Almería.
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La Universidad granadina concederá el Honoris Causa a Mario Vargas Llosa

La Universidad granadina concederá el Honoris Causa a Mario Vargas Llosa

El escritor peruano -hace años que tiene también nacionalidad española-, Mario Vargas Llosa, será investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada (UGR). Aún quedan unos cuantos trámites para que se celebre la ceremonia, pero el paso es firme. El Consejo de Gobierno de la institución universitaria deberá dar luz verde hoy a esta investidura. Después le tocará el turno al Claustro universitario.

El departamento de Medicina, cuyo director es el profesor Blas Gil Extremera, ha sido quien ha propuesto a Vargas Llosa para que se le conceda el Honoris Causa. El autor de \’Lituma en los Andes\’ ha sido profesor visitante y/o escritor residente en varias universidades alrededor del mundo. Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, según dice en su página web nació un domingo 28 de marzo de 1936 en la ciudad de Arequipa (Perú). El profesor Gil Extremera será el encargado hoy de defender los méritos del autor de \’La ciudad y los perros\’ para que se le otorgue esta distinción tan valiosa por parte de la institución universitaria granadina.

Proceso

En la celebración de la sesión ordinaria del Consejo de Gobierno de la Universidad granadina también se estudiará y dará luz verde -salvo sorpresa- a la concesión del Doctor Honoris Causa a José Manuel Pita Andrade y a Crispian Scully. En el primer caso la propuesta procede del departamento de Historia del Arte y viene de largo. Se remonta a 2001. Pita Andrade, ex director del Museo del Prado, fue, además, profesor en este departamento de la Universidad granadina desde 1961 a 1978.

El currículo de Pita Andrade es muy amplio y acumula cargos y premios. De la Universidad granadina también fue profesor emérito desde 1990 hasta 2003. Ha sido conservador de las colecciones de la Casa de Alba, entre 1950 y 1956, y conservador-jefe del Museo Thyssen-Bornemisza entre 1987 y 1990, entre otros muchos cargos. Hoy defenderán su propuesta, tras tantos años, en el Consejo de Gobierno. Lo mismo lo harán para el doctor Scully, pero en este caso será desde el departamento de Estomatología de la Universidad granadina que ha sido quien lo ha propuesto. Los pasos para esta propuesta se empezaron a dar en el año 2005. En el caso de Vargas Llosa es más reciente aún. Hace sólo un año.

Filtros y apoyos

Para poder proponer que se le conceda el Doctor Honoris Causa a una persona se deben superar varios filtros y tener ciertos apoyos. En estos tres casos, como se ha señalado, les falta el de hoy y el Claustro. Entre los últimos que se concedieron el año pasado está el profesor José Vida, que fuera rector de la UGR. Alberti también es otro de los Honoris Causa de la Universidad granadina.

En otro orden de cosas, en el Consejo de Gobierno de hoy se debatirá el cuestionario de opinión del alumnado sobre la labor docente del profesorado, de sus condiciones de aplicación e índices correctores según ratio y tipología de asignaturas. Hay que recordar que este cuestionario cuando se debatió en la anterior etapa levantó ciertos recelos y críticas entre el cuerpo docente. Profesores, por otra parte, a los que ya les puso nota el alumnado. La calificación media general no fue mala. No todos quisieron ser, sin embargo, evaluados.

Otras de las cuestiones que se votarán será la participación de la UGR en los estatutos de la Fundación Martín Recuerda así como la creación de la futura Escuela de Posgrado.
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Los pasados y sus trucos

Los pasados y sus trucos

Sr. Mayor Zaragoza: reconozca las decenas de detenidos durante su etapa en Granada, los torturados, su silencio durante los estados de excepción, las brutales intervenciones policiales dentro de las facultades. Pida perdón por el dolor ajeno.

Un fantasma recorre Europa. En Alemania, la Stasi. En Rumanía, en auténtico vendaval, los Dosar, de entre todos cuantos colaboraron con la Securitate. En los países del Este hacen frente a su pasado: el colaboracionismo o la dirección al frente de los servicios secretos del comunismo. La asimetría Grass ha sentado un precedente que al llegar a España ha sido archivado.

El Gobierno, los nacionalistas, el PSOE, el PCE, IU, los entes subvencionados «Memoria Histórica» y la contracultura frentista que organiza congresos «oficiales» hacia la Cultura Única, Progresista y de la Superioridad Moral, reinventaron la II República y condenaron el Franquismo. La criminal dictadura finalizó con Franco; así se constata. Pero la otra memoria, instrumento para la historia oral y fuente muy compleja para la Historia, continúa y continuará.

Uno de los temas, para mí muy importante, es el papel de los colaboradores e infiltrados del franquismo, en distintos grados. No las estructuras del sistema publicadas en el BOE, sino los portadores de la traición, los que sobrevivieron por la denuncia, los siniestros bifrontes de la amistad fingida. Aquellos cuyos nombres jamás aparecieron en interminables listas; los que por no creer, ni creyeron en el franquismo: sicarios e indignos. Conozco a algunos que con el dinero de la infamia costearon su carrera universitaria. Otros se limitaban a llamar a la policía, si en sus noches insomnes, tras los visillos, contemplaban a un coche tirando panfletos.

¿Qué ha sido de ellos? He mantenido, con reiteración, que esta masiva desaparición de papeles y nombres fue el más inaceptable olvido de la Transición. En el gran Acuerdo del Olvido, ejemplo histórico, las dos partes cedieron, frente a frente, ideología por ideología. Pero, ¿y los servidores de la izquierda, transmutados en fuentes policiales y mercaderes sin piedad? ¿Qué ha sido de ellos? La oficial y gubernamental Memoria Histórica, ni se lo plantea. ¿Pueden imaginarse el escándalo? Ha pasado en Alemania, en los países del Este. ¿Y en España?

La cuestión: si fue brutal y sangriento el régimen, ¿cómo catalogar a quienes vivieron intensamente con él, gobernaron e infringieron las normas elementales de la libertad, ajenos al pensamiento o el compromiso?

Para mí el proceso está cerrado. No busqué a los policías que me detuvieron, torturaron y abofetearon. Viven algunos, todos estaban en 1978-1979. Andan por la Audiencia Nacional o jubilados: el fiscal del Tribunal de Orden Público y el juez instructor que me «juzgaron» remitiéndome, felizmente, a la cárcel; los guardias civiles, entonces jóvenes; los funcionarios de prisiones y los militares.

Mas, haciendo honor a la Batalla de la Memoria, contribuyo con modestas aportaciones. Creí que el caso Grass, espectacular montaje, iba a remover alguna conciencia oculta; provocar alguna voluntaria manifestación; y enervar nuestra tradición judeo-cristiana de la culpa. Pero nada. Parapetados en los memorialistas ilotas y sus murallas aparentemente sólidas, en las bondades de los desinformados, en la natural generosidad de los pueblos de parcial conciencia, brillan en las estelares constelaciones de la superioridad moral, distribuyen perdones y pecados. Oírles hablar es una bendición. Ni el Santo de Asís pondría gesto-máscara de tan mística finura adornada. Son multitudes.

Sin embargo, ha querido el destino que en mi trabajo de historiador me encontrase con Federico Mayor Zaragoza, personaje brillante. En internet pueden admirar su historia y brillantísimas actividades.

Le preguntaba El Mundo el 10 de septiembre de 2001: «¿Qué hacía usted en el franquismo?»:

Vivía en España puesto que nací en el año 1934 e hice cuanto pude, de acuerdo con mi conciencia, para contribuir a la transición a un sistema de libertades públicas. El Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad Infantil y el desempeño del rectorado de la Universidad de Granada en momentos muy difíciles, expresan mi vida en aquellos años.

He buceado en sus hagiografías, tratando de saber qué pensaba sobre sí mismo en aquellos terribles y difíciles años de su rectorado en Granada (entre octubre de 1968 y verano de 1972) y qué habían indagado las reatas de aduladores sobre periodo tan excepcional de la historia de España. ¿Cualquiera podía ser nombrado rector por el régimen en el momento más critico de la Universidad española?

Debo hacerle dos preguntas, una al rector y otra al político actual, sobre su etapa de rector y, si me es permitido, algunas reclamaciones. Lo haré exactamente como lo he publicado.

¿Conocía Mayor Zaragoza la Organización Contrasubversiva Nacional, después CESED, CESID, actual CNI, en el momento de su organización? Así lo escribí:

No sé qué informaciones tenía Mayor Zaragoza. El 13 de enero de 1969, Villar Palasí y Carrero ya habían puesto en funcionamiento el gran proyecto antisubversivo, que iba a dirigir el entonces comandante San Martín. ¿Conocía esta situación Federico Mayor Zaragoza? Si así fuese y parece relativamente razonable que su estrecha relación con Villar Palasí generara un alto grado de confidencialidad y confianza, habría supuesto un monumental engaño, una falsificada escenografía de rector dialogante y una mancha denigrante. Aunque las rendiciones de cuentas con el pasado no forman parte de este trabajo, existe una duda que sólo el Sr. Mayor Zaragoza puede aclarar o, en su caso, desmentir o afirmar. Y no es un asunto irrelevante.

Y otra cuestión de mayor calado para el político, propuesto para Premio Nóbel de la Paz, copresidente de la Alianza de Civilizaciones. Se trata de una pregunta ingenua, ya que de su compromiso con la verdad no espero más que el desconocimiento absoluto del hecho y de sus ramificaciones.

¿Conocía Mayor Zaragoza que al menos entre 1968 a 1973, el Mossad israelí realizó una labor intensa en la Universidad de Granada, investigando y controlando a la OLP y a otros grupos palestinos como el FPL? ¿Conocía el rector estas actividades, realizadas en lugares de su competencia? Seguro que los archivos policiales aclararán este extremo, pues el Mossad colaboró, en parte, con la Policía española y con la Jefatura Superior de Granada. Yo tengo mis certezas. Poseo confidencias y no precisamente menores.
Unas breves reclamaciones: pida disculpas. Reconozca las decenas de detenidos durante su etapa en Granada, los torturados, su silencio durante los estados de excepción, las brutales intervenciones policiales dentro de las facultades. Pida perdón por el dolor ajeno, por no marcharse entonces, ahora que vive en El Olimpo recuérdelo ante la disparidad de sus palabras y sus actitudes. No se perdone. Ninguno tenemos derecho a concedernos la absolución. Una súplica no prevista: no perdone la vida a la humanidad cuando hable. Es insufrible.
Antonio Nadal es catedrático de Historia Contemporanea en la Universidad de Málaga.
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Científicos logran regenerar 2 especies vegetales autóctonas de Sierra Nevada

Científicos logran regenerar 2 especies vegetales autóctonas de Sierra Nevada

Científicos de la Universidad de Granada han logrado regenerar en laboratorio dos especies vegetales autóctonas de la estación de esquí de Sierra Nevada gracias a un experimento que permitirá mitigar la degradación que sufre la flora de la zona por el acondicionamiento de las pistas. Así lo ha explicado hoy el responsable del estudio e investigador en el Área de Tecnologías del Medio Ambiente de la Universidad, Francisco Serrano, quien ha afirmado que los resultados «perfeccionarán los métodos de restauración de la cubierta vegetal e integración paisajística de un área muy frágil».

Los científicos han conseguido recuperar dos arbustos, el \’Genista versicolor Boiss\’ (Leguminosa) y el \’Reseda complicata Bory\’ (Resedácea), cuyos nichos ecológicos se sitúan en la estación granadina.

El estudio se ha llevado a cabo a partir de tres muestras distintas de suelos del Parque Nacional seleccionados en función de la orientación, la pendiente y la altitud para comprobar si las semillas de estas especies podían crecer en diferentes condiciones experimentales.

Según ha precisado el investigador, se han aplicado a las semillas tratamientos con diferentes reguladores del crecimiento vegetal «para mejorar los porcentajes germinativos y de crecimiento en laboratorio, y facilitar así la posterior traslación de los resultados a la estación de esquí y alta montaña».

Las semillas germinaron y crecieron «con éxito» en el laboratorio, ha señalado Serrano, quien ha augurado que una vez aplicados al campo, los tratamientos «favorecerán la recuperación de la cubierta vegetal en un espacio de tiempo inferior al que se necesitaría sin intervención alguna».

Las especies vegetales de Sierra Nevada constituyen el 30 por ciento de la riqueza floral de España y se degradan por el mantenimiento con maquinaria pesada de las pistas de esquí que ocasionan además la erosión del suelo y la pérdida de la biodiversidad.
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ESPAÑOLES DISEÑAN TÉCNICA PARA DETECTAR COPIAS ILEGALES DE CD

ESPAÑOLES DISEÑAN TÉCNICA PARA DETECTAR COPIAS ILEGALES DE CD

Permite apreciar si la grabación del disco fue realizada mediante estampación, como los originales, o bien con el láser de una grabador de CD casero. Eso determina si el formato es original o no.

Un equipo de científicos españoles diseñó una técnica pionera que permite identificar discos compactos que hayan sido grabados con métodos distintos a los utilizados en los procesos industriales, detectando así las copias ilegales.

El descubrimiento se basa en el empleo del fenómeno de la difracción de la luz sobre la superficie de los discos compactos, para apreciar de esta forma las diferencias entre las unidades originales y las copiadas y, según la Universidad de Granada, se trata de «una nueva técnica económica, rápida y eficaz».

Los discos compactos originales se elaboran mediante estampación a través de un proceso que resulta rentable para grandes cantidades. Los copiados, sin embargo, se crean mediante unas marcas que el láser de las grabadoras comerciales que queman su superficie.

Además de discos compactos, el descubrimiento de los científicos también fue comprobado en DVD y en el futuro se espera que pueda ser desarrollado en dispositivos de última generación como el Blu-Ray.
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán \’Luces de Bohemia\’ y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada \’Alejandro Sawa. Luces de Bohemia\’ (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, \’de la que apenas se conoce nada\’, según destacó la autora, porque su figura ha quedado \’eclipsada\’ por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. \’Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo\’, según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que \’fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir\’.

El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio \’definitivo\’ para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra \’Luces de bohemia\’.

\’Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón\’, según recordó Correa, quien subrayó que fue \’su amigo\’ Valle-Inclán quien hizo \’todo lo necesario\’ para que se publicara \’Iluminaciones en la sombra\’, título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como \’su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas\’.

En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un \’naturalismo radical\’ que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. \’Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo\’, según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, \’hace ya 20 años\’.

\’El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa\’, comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra \’accesible\’ al gran público y que no está dirigido a una audiencia \’académica o erudita\’, sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, \’o simplemente que tenga curiosidad por la literatura\’.

En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, \’que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas\’, desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo \’la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer\’, según destacó.

Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron \’una amistad fraternal\’ que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, \’Sawa le sirvió de negro\’ a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.

DISPUTA CON RUBÉN DARÍO

Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas \’que una y otra vez\’ le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. \’Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba\’, según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, \’tal vez porque tenía remordimiento de conciencia\’, accedió a elaborar el prólogo de \’Iluminaciones en la sombra\’.

Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años \’en la indigencia\’ y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– \’fue lo más convencional posible\’. De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.

Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán «Luces de Bohemia» y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada «Alejandro Sawa. Luces de Bohemia» (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, «de la que apenas se conoce nada», según destacó la autora, porque su figura ha quedado «eclipsada» por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. «Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo», según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que «fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir».

El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio «definitivo» para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra «Luces de bohemia».

«Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón», según recordó Correa, quien subrayó que fue «su amigo» Valle-Inclán quien hizo «todo lo necesario» para que se publicara «Iluminaciones en la sombra», título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como «su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas».

En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un «naturalismo radical» que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. «Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo», según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, «hace ya 20 años».

«El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa», comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra «accesible» al gran público y que no está dirigido a una audiencia «académica o erudita», sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, «o simplemente que tenga curiosidad por la literatura».

En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, «que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas», desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo «la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer», según destacó.

Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron «una amistad fraternal» que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, «Sawa le sirvió de negro» a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.

DISPUTA CON RUBÉN DARÍO
Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas «que una y otra vez» le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. «Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba», según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, «tal vez porque tenía remordimiento de conciencia», accedió a elaborar el prólogo de «Iluminaciones en la sombra».

Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años «en la indigencia» y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– «fue lo más convencional posible». De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.

Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán \’Luces de Bohemia\’ y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada \’Alejandro Sawa. Luces de Bohemia\’ (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, «de la que apenas se conoce nada», según destacó la autora, porque su figura ha quedado «eclipsada» por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. «Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo», según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que «fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir».
El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio «definitivo» para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra \’Luces de bohemia\’.
«Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón», según recordó Correa, quien subrayó que fue «su amigo» Valle-Inclán quien hizo «todo lo necesario» para que se publicara \’Iluminaciones en la sombra\’, título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como «su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas».
En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un «naturalismo radical» que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. «Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo», según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, «hace ya 20 años».
«El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa», comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra «accesible» al gran público y que no está dirigido a una audiencia «académica o erudita», sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, «o simplemente que tenga curiosidad por la literatura».
En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, «que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas», desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo «la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer», según destacó.
Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron «una amistad fraternal» que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, «Sawa le sirvió de negro» a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.
DISPUTA CON RUBEN DARIO
Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas «que una y otra vez» le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. «Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba», según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, «tal vez porque tenía remordimiento de conciencia», accedió a elaborar el prólogo de \’Iluminaciones en la sombra\’.
Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años «en la indigencia» y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– «fue lo más convencional posible». De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.
Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró ‘Luces de bohemia’

Una biografía recupera la vida y obra del sevillano Alejandro Sawa más allá del personaje que inspiró \’Luces de bohemia\’

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa recupera en una biografía la vida y obra del escritor sevillano Alejandro Sawa, una bohemio que inspiró al personaje de Max Estrella en la obra de Valle-Inclán \’Luces de Bohemia\’ y que murió joven, a los 47 años, en 1909, por lo que el próximo año se cumplirá el centenario de su fallecimiento.

En rueda de prensa organizada para la presentación de dicha biografía, titulada \’Alejandro Sawa. Luces de Bohemia\’ (Fundación José Manuel Lara), Correa recupera la vida y la trayectoria literaria del autor sevillano, «de la que apenas se conoce nada», según destacó la autora, porque su figura ha quedado «eclipsada» por el personaje del esperpento de Valle-Inclán. «Sawa fue el prototípico bohemio del cambio de siglo», según condensó Correa, quien resaltó también la faceta más humana del escritor reseñando que «fue un desclasado que representaba los valores contrarios de la época que le tocó vivir».

El libro, de carácter biográfico, tiene su origen en la impresión que le produjo a su autora la asistencia de Valle-Inclán al velatorio de Sawa, episodio «definitivo» para que el dramaturgo y poeta gallego decidiera retratarlo en su obra \’Luces de bohemia\’.

«Sawa murió ciego, en la más absoluta pobreza e incluso al final de sus días perdió la razón», según recordó Correa, quien subrayó que fue «su amigo» Valle-Inclán quien hizo «todo lo necesario» para que se publicara \’Iluminaciones en la sombra\’, título póstumo de Sawa al que la profesora se refirió como «su obra cumbre, un dietario vital que sigue vigente en la actualidad y que posee el indiscutible valor literario del que carecen sus novelas».

En este sentido, relató que su primera etapa como escritor fue de un «naturalismo radical» que se alejaba de las tendencias cultivadas en la época por otros autores españoles como Emilia Pardo Bazán o Benito Pérez Galdós. «Luego se marchó a París, donde vivió sus años dorados, formando parte de los círculos literarios más renovadores junto a autores como Verlain, que fue su maestro, y el mismo Víctor Hugo», según explicó la biógrafa, quien agregó que lleva trabajando en la vida y obra de Sawa desde 1989, «hace ya 20 años».

«El libro es lo más riguroso posible, pero también está hecho desde la pasión porque he empatizado muy bien con Sawa», comentó Corra, quien dijo, con todo, que se trata de una obra «accesible» al gran público y que no está dirigido a una audiencia «académica o erudita», sino a cualquier interesado en informarse sobre este autor o su época, «o simplemente que tenga curiosidad por la literatura».

En cuanto al proceso de documentación llevado a cabo para su elaboración, «que podría haber dado lugar a un libro de muchas más páginas», desveló que una fuente de información fue el epistolario de Sawa que guardaba la viuda del nieto. En ese archivo se conservan cartas a Rubén Darío, Valle-Inclán o Verlain, además de misivas a su mujer y su hija que la autora ha reproducido pese a que, según reconoció, cuando las leyó tuvo «la sensación de estar violando la intimidad de Sawa, un hombre bohemio pero profundamente enamorado de su mujer», según destacó.

Por otra parte, explicó que fue Sawa quien hizo que Rubén Darío se diera a conocer en los círculos literarios de París y recordó que ambos mantuvieron «una amistad fraternal» que conservaron incluso cuando el sevillano abandonó París para regresar a España, en concreto a Madrid. A tal punto alcanzó su amistad que, según destacó la autora, «Sawa le sirvió de negro» a Darío realizando y firmándole con su nombre unos artículos para un diario de Buenos Aires cuando éste se encontraba ya desbordado de trabajo.

DISPUTA CON RUBÉN DARÍO

Ese episodio, según explicó, se convirtió finalmente en un motivo de conflicto entre ambos porque Darío no le pagó a Sawa por ese trabajo ni le respondió a las cartas «que una y otra vez» le envió rogándole que fuera a verlo cuando el sevillano enfermó y se acercaba al final de sus días. «Darío no le contestaba o le ponía excusas, así que Sawa le escribió con un tono muy cortante reclamándole las cantidades que le adeudaba», según indicó Correa, quien añadió al hilo que Darío, «tal vez porque tenía remordimiento de conciencia», accedió a elaborar el prólogo de \’Iluminaciones en la sombra\’.

Correa explicó que Sawa vivió sus últimos años «en la indigencia» y que en un periódico del día siguiente al de su fallecimiento se informaba de que la familia no tenía dinero para el sepelio, así que el féretro –según especificó la autora– «fue lo más convencional posible». De hecho, recordó que uno de los clavos del ataúd le rasgó al sien y que sus restos mortales no se conservan porque pasaron a formar parte del osario común del cementerio de La Almudena.

Amelina Correa es profesora de la Universidad de Granada (UGR) y miembro de la Academia de Buenas Letras dicha ciudad. Especialista en literatura española contemporánea, su labor se ha centrado en la recuperación del patrimonio literario de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En este sentido, sus estudios superan los 150 entre capítulos de obras colectiva, ensayos en revistas literarias y artículos de divulgación, tanto en España como en el extranjero.
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